Ante el recrudecimiento de la sacudida económico-financiera y la cercana recesión en Estados Unidos y Europa (Morgan Stanley dixit), los integrantes de la comunidad de naciones intentan protegerse como puedan: algunos con acciones concretas para atemperar el impacto, otros con discursos y alegres lecturas de la crisis externa”, como en Los Pinos comprenderán. En este contexto, con la economía reventada, el euro extremadamente debilitado y el dólar en el suelo, muchos gobiernos han optado por atesorar oro para fortalecer sus reservas internacionales, toda vez que el precio de este metal alcanza niveles históricos.
Concretamente dos gobiernos (el mexicano y el venezolano) han tomado acciones en igual sentido (aunque no por el mismo camino) como medida precautoria: han incrementado sostenidamente sus adquisiciones de oro para diversificar su “canasta” de reservas internacionales. La diferencia estriba no sólo en el volumen adquirido, que sin duda favorece al país sudamericano, sino dónde y cómo obtenerlo. Como días atrás señalamos en este espacio, el gobierno calderonista considera saludable para la patria la siguiente fórmula, con el fin de proteger los intereses nacionales: con dinero de los mexicanos, atesora oro mexicano, extraído de minas mexicanas por trabajadores mexicanos, y lo compra a precios históricos a… empresas privadas, mayoritariamente extranjeras, concesionadas por el propio gobierno federal, que exportan el grueso de la producción a sus naciones de origen.
Esa es una forma de hacer las cosas. Otra, la decisión del gobierno de Venezuela de nacionalizar la industria del oro para aumentar las reservas de ese país y erradicar las “mafias” (Chávez dixit) que controlan este sector estratégico, propiedad de los venezolanos. El mandatario de aquel país informó que “pronto voy a aprobar una ley habilitante para comenzar a tomar la zona del oro y ahí cuento con ustedes (fuerzas armadas) porque eso sigue anarquizado: mafias y contrabando. Tengo ya las leyes para reservar al Estado la exploración y explotación del oro y todas las actividades conexas. Es decir, vamos a nacionalizar el metal y vamos a convertirlo, entre otras cosas, en reservas internacionales porque sigue incrementando su valor y no tiene por qué irse de aquí. El país moverá progresivamente a las bóvedas del Banco Central de Venezuela unos 11 mil 58 millones de dólares en oro monetario que tiene resguardados en el exterior, de los que 4 mil 595 millones se encuentran en el Banco de Inglaterra y otros 807 millones en el JP Morgan”.
¿Cuál es la mejor forma de proteger los intereses nacionales ante el terremoto económico-financiero? Venezuela no figura entre los principales productores internacionales de oro, pero ocupa la posición número 15 en el mundo en lo que a reservas en ese metal se refiere, con 365.8 toneladas, que representan 60.8 por ciento de sus reservas internacionales. Por el contrario, México sí es considerado entre los diez principales productores (de hecho es el segundo productor latinoamericano, sólo después de Perú), pero se ubica en el escalón número 32 en reservas de oro, con 105.9 toneladas, de tal suerte que apenas 3.8 por ciento de sus reservas internacionales se componen de este metal, todas ellas “bajo resguardo” del Banco de la Reserva Federal de Nueva York.
En México, 26 por ciento del territorio nacional (51 millones de hectáreas) ha sido concesionado por el gobierno federal a consorcios mineros privados, que pagan, si lo hacen, entre 5 y 111 pesos por hectárea concesionada. De acuerdo con la Cámara Minera de México, la empresa canadiense Goldcorp es la mayor productora de oro en el país, la cual no sólo se beneficia del metal nacional, sino del sostenido aumento del precio internacional (alrededor de 700 por ciento en los últimos ocho años) hasta llegar a un nivel histórico, al que ahora compra el gobierno federal que concesiona las minas. Para dar una idea de qué se trata, la industria minera en México ha dejado atrás la industria turística en lo que a captación de divisas se refiere (en 2010, 15 mil 500 millones de dólares y 11 mil 900 millones, respectivamente), y se ubica sólo por debajo de las remesas (21 mil 300 millones). Casi 26 por ciento de la producción minera en México es oro (alrededor de 4 mil millones de dólares sólo en 2010), y toda ella queda en manos de particulares concesionados, a quienes el gobierno federal les compra el oro mexicano.
Paradójicamente, Estados Unidos, de cuya moneda, el dólar, depende buena parte del planeta, es el país que más atesora oro en el mundo (8 mil 133.5 toneladas, 77 veces más que México; además, le “cuida” a 36 países sus reservas de oro, depositadas en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York), a tal grado que el metal constituye 74.2 por ciento de sus reservas (reporte de agosto de 2011). Le siguen Alemania (71.4 por ciento de sus reservas), Italia (71.2 por ciento) y Francia (66.2 por ciento). De acuerdo con información de la Cámara Minera de México, China se ubica como el mayor productor de oro en el mundo, con 345 toneladas anuales. Le siguen Australia y Estados Unidos, con 255 y 230 toneladas respectivamente. En cuarto lugar se encuentra Rusia y Sudáfrica en el quinto, con 190 toneladas cada uno. México produce alrededor de 80 toneladas anuales, y todas se quedan en manos privadas, especialmente canadienses (que entendieron la jugada e incrementan sus reservas en oro, con metal mexicano), aunque también aparecen Frisco (Carlos Slim), Grupo México (Germán Larrea) y Peñoles (Alberto Bailleres).
Entonces, con el tsunami económico-financiero de regreso, el euro extremadamente debilitado, el dólar en el suelo y el oro por las nubes, el gobierno calderonista se encuentra atareadísimo entregando miles y miles de concesiones mineras al capital privado para “defender” los intereses nacionales y atemperar la crisis, mientras el gobierno venezolano decide retomar lo que es de los venezolanos. ¿Cuál es la decisión correcta, especialmente en tiempos de crisis?
Las rebanadas del pastel
Con la sagacidad que lo caracteriza, Ernesto Cordero anuncia que “se avecinan tiempos de volatilidad económica”. Pero no hay de qué preocuparse, porque, según dijo, “habrá días de recuperación y otros de caídas muy drásticas”, es decir, le apuesta al “punto de equilibrio”… Y para beneplácito de los mexicanos, Pemex comenzó a repartir el pastel petrolero al sector privado, mediante la nueva tanda de contratos de servicios, siempre, desde luego, con la intención de “proteger los intereses nacionales”.
Fuente: La Jornada