Ayer en el Zócalo capitalino se presentó el posicionamiento político que tendrá el congreso constituyente de la Organización Política Nacional de los Trabajadores y el Pueblo, encabezada por el SME.
Habría que preguntar si desde la OPN se busca impulsar reformas a nuestra Carta Magna, restituirle su poder como eje rector legal de la nación o conformar un programa amplio de coincidencias que sirva de instrumento opositor a la visión política partidista actual.
Para decidirse por cualquiera de estas tres posibilidades, o por las tres en su conjunto, será necesario echar mano de un instrumento que posibilite la confrontación, contrastación e inserción de las ideas dentro del régimen democrático partidista actual.
Entrar a plenitud en la contienda electoral o congregar toda esta fuerza opositora en una agrupación de trabajadores que luche desde la periferia partidista, sirviendo de contrapeso civil propositivo, en defensa de los sin partido y de todas la población mexicana, será una decisión de gran trascendencia para los organismos que se congreguen, pues de esto dependerá rumbo y objetivos.
En torno a estos trabajos de la OPN, seguramente habrá ideas y propuestas muy innovadoras; sin embargo, se debe optar por un programa en el que predomine la producción de cultura y educación, con la vista fija en apartar, tanto a los líderes como a los trabajadores, de los juicios de valor contaminados por el mercado mediático, de los impulsos gustativos dictados por el capitalismo salvaje y de los juicios de valor individualistas elegidos por la mayor parte de la clase política mexicana, en la que reina el ansia desmedida por la opulencia y que, a falta de un juicio ético que guíe las conductas, cultiva la corrupción y la impunidad cual si fueran valores inherentes al ser político actual.
Es probable que se trate de la simiente justa de un camino por recorrer.
César Sánchez