jueves, 29 de octubre de 2015

Acto de fe, creer que este gobierno tiene buenas intenciones

¿Quién asesora a Enrique Peña Nieto? Después del Chapo, de la 'casa blanca', de Ayotzinapa, le urgía una victoria. Patricia, el meteoro más grande en la historia, se la puso en bandeja de plata. Si bien la suerte ayudó, podemos afirmar que el manejo del gobierno fue oportuno y adecuado. Como dijo la revista inglesa The Economist, merece reconocimiento que las autoridades municipales y estatales declararan un estado de emergencia a tiempo, que con eficiencia la gente fuera evacuada y los refugios establecidos, que el Ejército vigilara las comunidades con eficacia para evitar saqueos. Sin embargo, el presidente no tomó crédito y prefirió decir que el éxito se debió a la fe de los mexicanos. Su peor enemigo no le hubiera aconsejado una postura menos atinada.

Enrique Peña Nieto no está rodeado por la gente adecuada. La lealtad a su equipo le resulta cada vez más cara. Sus asesores han despedazado su imagen, lo han llevado a esconderse cuando debe dar la cara, a rehuir al conflicto cuando debió enfrentarlo, a evitar cambios cuando era indispensable hacerlos. Pronto no hará diferencia alguna que haga, pues su popularidad habrá llegado a niveles de los cuales nadie podría recuperarse, y en ese momento serán precisamente esos asesores quienes empezarán a pelearse por portar la banda que Enrique Peña Nieto hoy lleva.

Sí, necesitamos un acto de fe. Pero lo necesitamos para creer que este gobierno entiende la realidad y comprende por qué resultó insultante que iniciara su efímera campaña de “ya chole”; que tiene un plan detrás de nombramientos a todas luces cuestionables y de mantener en sus puestos a funcionarios absolutamente inmunes a la rendición de cuentas; cuando no hay un solo funcionario de alto nivel detenido por la fuga del Chapo; cuando Gerardo Ruiz Esparza, el Secretario de Comunicaciones y Transportes, no sólo no está en la cárcel, donde pertenece, sino que mantiene su puesto haga lo que haga; cuando se nombra a alguien tan cuestionable como Arturo Escobar como subsecretario de Gobernación; cuando se utiliza al Consulado de México en Barcelona como basurero para delincuentes, y se le quita estatus de Consulado General sólo para evitar que el Senado emita la opinión -a la que tiene derecho- sobre tan siniestro nombramiento; cuando no hay investigación alguna alrededor de los colosales conflictos de interés de Higa y OHL y se siguen beneficiando a manos llenas de contratos evidentemente objetables, algunos proviniendo inclusive desde la relación con esas empresas en el Estado de México.

¿Cuánto duraría una empresa privada donde la lógica de cada nombramiento fuese encontrarle asiento a cuanto compromiso se tuviera con amigos o compadres? Una empresa exitosa nombra al mejor hombre o mujer al alcance para cada puesto, busca a gente con habilidades concretas para que realice funciones específicas, despide a quien no dé resultados, levanta cargos legales contra quien tenga un comportamiento que lo merezca, sienta precedentes necesarios. 

A este gobierno parece importarle más mandar a Fidel Herrera tan lejos como sea posible para que no cause estropicios por su estancia en México, y está dispuesto a la vergüenza de que una alimaña así represente a los mexicanos en una ciudad evidentemente relevante. A este paso, seguro estarán pensando en Rodrigo Medina como futuro embajador de México en la ONU, plaza que está por desocuparse.

Pero, por si fuera poco, este gobierno demuestra todos los días lo delgado de su piel para recibir críticas, y eso cuando ni siquiera se ha llegado a la mitad de este sexenio y las elecciones de este año quedaron atrás, es decir, que estamos en uno de los puntos donde más tranquilos deberían estar en esta administración. Ya ni hablar de gobiernos que rectificaran errores evidentes. Al menos en el pasado otros gobiernos respetaban tanto a sus críticos, que se reunían con ellos, corregían sus errores de apreciación, se preocupaban por dar su versión de las cosas. Este gobierno reprime y la crítica lo ofende. No es casual, por ello, que los ataques más duros provengan de medios de comunicación internacionales, más difíciles de intimidar.

Esta administración parece premiar la lealtad sobre eficiencia o integridad. Esta administración está dispuesta a debilitar a instituciones fundamentales como la Suprema Corte para darle cabida a cuates y cuotas. Esta administración no tiene el más mínimo interés por desarrollar una política exterior, y prefiere ver a embajadas y consulados como centros vacacionales tanto para amigos como para aliados impresentables. 

Pero los mexicanos tenemos la culpa por tolerar estas actitudes, por no exigir, por simplemente despotricar en privado y callar en público. Esta administración no sólo le está poniendo la mesa a un populista, sino que le está marcando la pauta sobre cómo pasar por encima de todo y de todos, demostrando que es posible hacer política de la arrogancia.




Fuente: El Financiero| JORGE SUÁREZ VELEZ