lunes, 7 de octubre de 2013

A la medida. Reciclaje y continuidad. Retorno a Oaxaca. El PAN volantea

López Obrador planteó una resistencia civil a la medida de las posibilidades. Propuestas recicladas y énfasis en el pacifismo frente a la aplanadora multifactorial que a partir de ayer bien podría dar por fatigosamente allanado el camino rumbo a la aprobación de la reforma energética (fatiga para los poderes por cuanto habrá batallas, pero nada que parezca suficiente para frenar lo sustancial del reformismo peñista ya aritmética, mediática y políticamente viable).

Pocas novedades a pesar de la apariencia de movimiento. Peña Nieto hizo saber a última hora lo que era obligado que respondiera: Lino Erwin, su secretario particular, precisó que no corresponde al ocupante de Los Pinos inducir o presionar a las cámaras legislativas para que actúen en determinado sentido (reconocer lo contrario habría sido un suicidio político impensable). El Zócalo siguió siendo inalcanzable (por el momento, pero ya se plantea la retoma, para el tácticamente tan lejano 27 del presente), así que la marcha lopezobradorista se detuvo en una esquina de Paseo de la Reforma. El discurso central reiteró las grandes líneas clásicas (aunque fue notable la puntualización de que el movimiento Morena-AMLO sigue siendo una vía para el cambio verdadero) y las propuestas de acción más notables fueron tomadas del arcón de luchas anteriores. Una variación fue a la hora de votar lo que técnicamente sería discutible si es desobediencia civil (violación voluntaria y específica de un mandato legal) o resistencia civil pacífica: la propuesta general fue dividida en dos opciones (no excluyentes ni antagónicas, sino complementarias) y se agregó una tercera alternativa que significaría conjuntar las dos primeras. Tampoco hubo mano alzada, sino votación en urnas cuyo resultado se daría a conocer anoche mismo u hoy.

El posicionamiento de Morena-AMLO abre el camino a una reactivación motivada de sus bases en un contexto de dispersión real de los factores cupulares presuntamente opositores al reformismo peñista: Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD controlado por Nueva Izquierda van por otro camino (con la posibilidad de que el michoacano acepte ser de nuevo el dirigente del partido que fundó) y Marcelo Ebrard se mueve entre aguas condicionadas también por su propósito de ser dirigente del sol azteca.

Y sea porque no existen o porque no se les ha promovido adecuadamente, lo cierto es que no se perciben condiciones sociales precisas para desarrollar una estrategia de endurecimiento opositor. A pesar de las evidencias de lo dañino que resultarían a la hora de su aplicación las medidas por las que pugnan el peñismo y sus aliados, y de la firme posibilidad de que a partir de ese rediseño global se consolide un régimen autoritario y rapaz, muchos ciudadanos parecerían más deseosos de preservar su personal interés inmediato que de participar a fondo y comprometidamente en acciones cívicas de autodefensa.

Los ánimos confrontacionales están, además, repartidos. El Partido Acción Nacional ha creído conveniente tomar cierta distancia del peñismo con el que compartió tantas aventuras pactadas a lo largo de la presente administración federal. La mira ha sido puesta no en lo energético, tema en el que están dispuestos a votar con el PRI y sacarlo numéricamente adelante, sino en los impuestos a la clase media, específicamente en el rubro de las colegiaturas (punto virtualmente ya desinflado) y en el de las operaciones inmobiliarias.

Gustavo Madero se acomodó escenográficamente a los nuevos tiempos y salió junto con otros personajes de la élite panista a volantear y a dialogar con ciudadanos (en un parque de la propicia delegación Benito Juárez del DF). En las cámaras, según han adelantado, votarán (unidos como una roca, es decir, en acuerdo pleno con la fracción calderonista que representa Ernesto Cordero) en contra de la miscelánea fiscal propuesta por Virreygaray y Peña Nieto, e incluso demandan que ésta sea retirada y se construya una nueva propuesta. Un primer reproche a la nueva postura blanquiazul surgió no del flanco de tres colores, sino de un riguroso defensor del peñismo, el ex presidente Vicente Fox.

Conflicto interno también se vivía entre los grupos regionales e ideológicos de la sección 22 del SNTE, la vertiente política y cuantitativamente sustancial del movimiento de la CNTE y de su expresión sostenida durante largas semanas en el Distrito Federal. Una consulta por escrito establecía claramente el mandato de retirar la presencia masiva en la capital del país y dejar una representación negociadora (ya un anterior ejercicio similar había dejado como triunfadora, por un pequeño margen, a la corriente que defendía la continuidad en el DF, de tal manera que no fue sorpresiva la subsecuente decisión, casi cantada, del regreso mayoritario).

Sin embargo, una asamblea debería conocer los términos de esa encuesta interna y, sobre todo, precisar los términos en que actuaría la comisión representativa. La corriente que hubiera preferido mantener la presencia masiva en la capital ha sostenido una apenas disimulada lucha contra el dirigente formal de la sección 22 y su grupo cercano, acusándolos de negociar con el gobierno federal en términos desventajosos para el movimiento. Pero el desgaste físico de los profesores, la presión en Oaxaca para la vuelta a clases, el agotamiento contraproducente de las tácticas de presión (los bloqueos y los enfrentamientos físicos) y una agenda de compromisos lograda en Gobernación, hicieron necesario el repliegue a casa y la designación de representantes en la capital.

Y, mientras el diario jalisciense El Informador ha publicado (semanas atrás) el artículo Algunas diferencias entre pobres y ricos (http://bit.ly/16s4Fzg), en el que un promovido pensador católico, comentarista en varios medios, entre ellos la clerical Visión María, y doctor por la Pontificia Universidad Gregoriana, comenta (entre otras cosas) que los ricos tienden a ser gente bonita, linda, bien parecida y atractiva. Y en cambio los pobres parecen recibir pocas bondades. Llegando a rayar en la fealdad, ¡hasta mañana!




Fuente: La Jornada| Julio Hernández López