El pasado 28 de febrero, Enrique Peña Nieto presentó ante el Congreso de la Unión la Estrategia Nacional de Energía 2013-2026 (ENE), la cual debe ser aprobada por las cámaras de Diputados y de Senadores. El documento es, verdaderamente, un digno representante de quien lo suscribe. La ENE 2013-2026 es un documento mal escrito, con escaso conocimiento de los sistemas energéticos y su sustentabilidad de largo plazo, con objetivos contradictorios y una falta de visión sobre el futuro de la energía en México. Sería bochornoso que un documento así fuera aprobado por el Senado y la Cámara de Diputados. Al menos, la ENE debe ser un documento coherente y bien escrito y no el panfleto desordenado con frases cantinflescas (sin la gracia y astucia de Cantinflas) que presentó Peña Nieto y que ya aprobó el Consejo Nacional de Energía (tal para cual).
Eso sí, más allá de la pobreza argumental, la pésima redacción y la carencia de estrategias coherentes, lo único que queda claro a lo largo del documento es la necesidad de fomentar la participación del sector privado en el desarrollo de la nueva infraestructura, por supuesto que sin decir que eso significa transferirles jugosas ganancias.
La ENE se compone de 22 temas estratégicos, de los cuales doy algunos ejemplos de la riqueza del lenguaje con el que está escrito: El Tema estratégico 22: Suficiencia en las competencias de cada eslabón del sector (sic); o el Tema estratégico 21: Alcanzar la autosuficiencia del sector, cuyo significado es “… La autosuficiencia no pretende maximizar la autonomía energética o minimizar la dependencia del exterior, sino abrir la posibilidad de dominar mejor el destino energético” (sic), es decir, ni sí ni no sino todo lo contrario (vieja demagogia del nuevo PRI). O el Tema estratégico 17: Desarrollar soluciones y productos para nuestros retos, cuyo contenido subrayado más importante es La ciencia y tecnología sobrepasan las fronteras del sector energético (sic), o el Tema estratégico 16: Definir el alcance del programa nuclear si se opta por ampliar la capacidad nuclear en México (sic). O sea, si sí, pues sí, y si no, pues no.
Por otro lado, el documento está lleno de graves contradicciones y de una visión arcaica de la energía. Veamos como ejemplo lo que ocurre con los dos primeros temas estratégicos. Como contexto, es importante explicar que uno de los grandes consensos y objetivos mundiales de la relación entre el desarrollo económico y el consumo de energía en el mundo es su desacoplamiento. Es decir, que no es necesario que el consumo de energía crezca para que haya desarrollo económico. Por el contrario, por los impactos ambientales del uso de la energía, particularmente los combustibles fósiles, el objetivo es que el consumo de energía por unidad de PIB sea cada vez menor, es decir, más eficiente y con patrones de consumo más racionales, por supuesto, incrementando el bienestar. Esto se ve reflejado en el hecho de que desde los años 70 del siglo pasado, la intensidad energética (el consumo de energía entre el PIB) de los países industrializados ha venido decreciendo. Para China, por ejemplo, uno de los principales objetivos de su política energética es la reducción de la intensidad energética (menor consumo de energía por unidad de PIB).
Este, que es un paradigma para los países industrializados desde las crisis petroleras de 1973 y 1981, resulta que no existe en la ENE. Por el contrario, el Tema estratégico 1 es satisfacer el abastecimiento de energía conforme a las expectativas de crecimiento económico. Seguramente alguno de los redactores de la ENE nos diría: sí, pero existe un Tema estratégico 2: Promover el uso eficiente de la energía en todos los sectores.
Sin embargo, para cualquier mediano conocedor del tema energético en cualquier lugar del mundo, es claro que si el Tema estratégico 2 tuviera sentido, entonces el Tema estratégico 1 no debiera plantearse de esa forma.
Lo cierto es que hay un solo eje claro en todos los temas estratégicos de la ENE: la participación privada en el petróleo, en el gas y en la electricidad. El colmo es el Tema estratégico 4: Ampliar el acceso de energía a las comunidades menos favorecidas, donde nunca mencionan el papel del Estado en esta provisión y sí la necesidad de Promover una amplia participación del sector privado en el suministro de energía en las áreas que permita la regulación vigente. En pocas palabras, lo único legible en la estrategia de energía presentada por Enrique Peña Nieto es que quiere promover la participación privada en las diversas áreas de la industria energética nacional.
México requiere una estrategia energética sólida, sustentada en promover la seguridad y la soberanía energética, la diversificación de sus recursos, la provisión de servicios de calidad y accesibles a toda la población, la disminución de los impactos ambientales, promoviendo el uso eficiente de la energía y las fuentes renovables de energía. Para ello, es necesaria la incorporación de investigación científica y tecnológica, la honestidad en el manejo de los recursos públicos y el fortalecimiento de las entidades públicas. Mayor participación de las empresas privadas en las áreas estratégicas del sector atenta contra la Constitución, la riqueza de la nación y el desarrollo soberano. La ENE presentada muestra que no les interesa el desarrollo del sector: por lo que van es por la riqueza nacional. No lo permitamos.
Fuente: La Jornada | Claudia Sheinbaum Pardo