Termina el primer trimestre del año y en las elites mexicanas todo parece sereno. Ninguno de los presagios opositores negativos se ha cumplido y, visto desde las alturas, el sistema político mexicano pareciera funcionar de manera aceptable, armónica en ocasiones, con una aureola de reformismo que ha cruzado las fronteras y con un poder priísta restablecido en sus máximos niveles, como en los peores viejos tiempos.
Sea por méritos propios o porque sus asesores y guías le hubieran manejado bien, el mexiquense llegado a Los Pinos ha sorteado sin grandes problemas incluso momentos críticos como el de la explosión en oficinas de Pemex (aun cuando la explicación oficial, la del gas metano, resultó poco creíble y hasta ahora sigue siendo incompleta), el de la remoción de la inflada cacica Gordillo y la realineación de la estructura sindical-electoral del magisterio, y el de la redistribución incruenta del pastel de las telecomunicaciones.
Contra lo que la franja más dura de sus críticos esperaría, a pesar de sus propias limitaciones inocultables (los tropiezos de índole literaria, intelectual y hasta prosódica) y de la escandalosa forma mercantil con que se hizo del poder (Soriana y Monex como ejemplos meramente indicativos, no únicos ni los definitorios), Peña Nieto navega sin sobresaltos gracias a una oposición partidista dividida, confusa y granjeada a partir de las rebanadas del llamado Pacto por México y a una especie de resignada aceptación ciudadana que en buena parte tolera bajo protesta o abiertamente se aviene a los nuevos tiempos autoritarios, en espera de que el oficio priísta clásico restituya tiempos antaño repudiados de corrupción menos burda que la panista, asistencialismo electoral tradicional y sometimiento de la criminalidad desbordada a controles gubernamentales respetuosos del ‘‘negocio’’ en sí, pero garantes de que no haya daños a civiles no involucrados (tema éste en el que poco ha avanzado el peñismo hasta ahora).
Un panorama con apariencias tan placenteras hace que en las alturas se estén tomando las cosas con calma. Peña Nieto, por ejemplo, se concede vacaciones en cuanto le es posible, como lo ha anunciado discretamente al informar que jueves y viernes de la Semana Santa los reservó para actividades privadas. En todo caso, las tareas más importantes del peñismo no están enfocadas a lo inmediato y, en términos generales, se refieren a nuevos trazos reformistas (en los terrenos financiero, fiscal y energético) y a reposicionamientos internacionales (viendo hacia Latinoamérica, Cuba, Estados Unidos y el Vaticano, por lo pronto).
Y, sin embargo, la placidez de las alturas pluripartidistas no es reproducida en el resto de la sociedad. Algunos de los segmentos con mejores posibilidades económicas se van angustiando por la persistencia e incluso agravamiento del fenómeno de la violencia criminal, sobre todo en las vertientes del secuestro, el cobro de plaza y los atentados de castigo a empresas. La barbarie y la impunidad de las bandas criminales ha hecho que en ciertas zonas del país surjan organizaciones de policía comunitaria y grupos de autodefensa, en términos de abierto reto a las instituciones y autoridades, incluso las de orden militar.
La debacle institucional, más allá de la escenografía optimista del reformismo a pactazos, está impulsando diversas formas de resistencia social que, a pesar de carecer de liderazgos viables (Andrés Manuel López Obrador sigue gira y gira, empeñado en su nuevo proyecto electoral; el subcomandante Marcos no ha podido pasar de los primeros impactos mediáticos, y Javier Sicilia sigue en el besuqueo político) y de organización consolidada, está encontrando cauce en ciertos movimientos gremiales (como el de las secciones sindicales de profesores no oficialistas, sobre todo en los estados de Guerrero y Oaxaca) y en los mencionados esquemas de policías comunitarias y de grupos de autodefensa, en algunos de los cuales convergen, en diferentes porcentajes y combinaciones, intereses defensivos de ciertos grupos del crimen organizado, hartazgo genuino de poblaciones bajo permanente abuso de cárteles regionales, ensayos guerrilleros y el oscuro fantasma del paramilitarismo llegado de la mano del experto colombiano Óscar Naranjo, que a título de asesor externo colabora con Peña Nieto.
Astillas
Cristina García comenta ‘‘sobre el tan lamentable aumento en el costo del pasaje del transporte público en la ciudad de México, y digo lamentable porque las rutas (por ejemplo: Xochimilco-La Noria y La Noria-Huipulco) que deberían beneficiarnos, nos afectan debido a que quienes dan el servicio no les interesa su trabajo y juegan carreritas al tren ligero siempre que pueden. Todas la unidades son chatarra, los conductores son en su mayoría jóvenes inexpertos y groseros, quienes llevan su música a todo volumen y con el claxon rebasan los niveles acústicos permitidos. Hoy por hoy no hay un reglamento al cual respetar; los choferes son amos y señores de las calles de esta ciudad y por supuesto con la anuencia de las autoridades, que les dan los permisos’’... Alfonso Ramírez Martínez reporta: ‘‘En la región de Tula, Hidalgo, y municipios circunvecinos, opera de manera monopólica desde hace más de 30 años, y con la sospechosa indiferencia de los gobiernos local y estatal, la empresa de transporte público Autobuses Valle del Mezquital (AVM), misma que de hace unos años a la fecha ha venido manipulando sus tarifas de manera por demás arbitraria en detrimento de la economía familiar de los habitantes de la mencionada zona. Hablo en particular de su servicio foráneo, que en su mayor parte incluye diversas rutas que abarcan el Distrito Federal. Refiero aquí también la situación de quienes viajamos del poblado de Progreso de Atotonilco a la ciudad de México, aunque es similar o peor para el resto de los usuarios hidalguenses. En los últimos cinco años las tarifas de esta empresa (Autobuses Valle del Mezquital) han subido en niveles muy por encima de los registrados en inflación, en combustibles y sobre todo en los exiguos salarios’’...
¡Feliz fin de semana!
Fuente: La Jornada | Julio Hernández López