jueves, 13 de diciembre de 2012

Siguiente asalto electoral. RR y la Sedesal(inas). Equipo de ataque. Televisa en Nicaragua

Mientras Enrique Peña Nieto cumple con tareas ceremoniales, recorriendo el país para prometer tiempos mejores, el salinismo organiza el siguiente asalto electoral (se usa el término asalto en el sentido pugilístico: astillada explicación no pedida). Lo hace con una de sus piezas preferidas a la cabeza: la conversa Rosario Robles, y con su propuesta estelar: Solidaridad.

Con la retoma carlista del poder no habrá necesidad de más tarjetas Monex o Soriana: el dinero público será diáfanamente trasladado a los futuros votantes y a las estructuras que los controlen, al más preclaro estilo del príismo retro. Los programas sociales convertidos en instrumento de promoción del voto de tres colores y los funcionarios en pastores plenipotenciarios con cartera oficial disponible. Si todo funciona como el brillante jefe tras las sombras lo planea, nadie acusará en los próximos comicios al PRI de comprar sufragios en la víspera de las urnas: la clientela agradecida habrá de concurrir por sí misma a las casillas (siempre bajo la debida supervisión de los pastores, obviamente) plenamente agradecida por los favores recibidos, tutelarmente acomedida, temerosa de perder las precariedades que le hayan designado y deseosa de que continúe adelante el ínfimo goteo asistencial programado no para cambiar las cosas sino para preservarlas.

La ahora secretaria Robles se acogió al salinismo luego de la crisis en que la sumió el episodio de Carlos Ahumada. Estuvo implicada en el manejo de los videos de escándalo bejaranista proporcionados al complotista supremo para tratar de exterminar al tabasqueño que era y es adversario común de la propia Rosario y de Salinas de Gortari. Y se fue del PRD en medio de una nube de acusaciones por malos manejos económicos en el sol azteca y por el uso de la franquicia partidista para promover en cargos públicos a personeros del financista Ahumada que así recuperaría con ganancia las inversiones electorales realizadas de consenso con la misma presidenta perredista.

El enfoque predominantemente electoral de la Secretaría de Desarrollo Social de Salinas (Sedesal) quedó ayer de manifiesto con el equipo que le fue armado a Robles para iniciar labores. Para ser vigilante y contrapeso del peñismo compacto ha quedado Ernesto Nemer como subsecretario. Hombre de todas las confianzas del actual ocupante de Los Pinos, políticamente hecho en el estado de México (cual debe ser), Nemer tendrá como encargo el marcaje a la ex perredista que desde ahora sueña con la revancha suprema de buscar que le sea puesta constitucionalmente en 2018 la banda de tres colores que una noche le colocó informal, juguetona y amistosamente el ya entonces ex presidente Salinas.

Está formado por puros personajes con experiencia legislativa y partidista el equipo que ayer fue presentado y que según eso combatirá (escenográficamente) el hambre en unos meses y que desde ahora desliza la pretensión demagógica de que ya no haya más pobreza a partir de los programas del presidente Salinas (otra explicación no pedida: se le llama presidente al licenciado CSG en el contexto de que tal denominación ostentaba cuando se iniciaron esos programas, no necesariamente de que lo siga siendo ahora). Aparte de Nemer, que será una especie de secretario adjunto, van como subsecretarios: Javier Guerrero, desempacado del Coahuila de los Moreira, con amplia experiencia en las Academias Solidaridad, y Juan Carlos Lastiri Quiroz, proveniente de la poblana Escuela de Altos Estudios Mario Marín. Como oficial mayor, para demostrar que el elbismo tiene plena cabida en los proyectos peña-salinistas, Emilio Zebadúa, quien fue consejero del IFE , diputado federal y, hasta ayer, presidente de la Fundación para la Cultura del Maestro, el presunto centro de estudios estratégicos de la persistente profesora Gordillo.

En otros botones de muestra de la extrema caracterización electorera de la Sedesal: la directora general del programa Oportunidades, Paula Angélica Hernández Olmos, es parte del equipo de Miguel Ángel Osorio Chong; a Diconsa va Héctor Eduardo Velasco Monroy, nacido en el meritito Atlacomulco y con obvia carrera política en el estado de México; Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva a Liconsa, un oaxaqueño que sirvió comprometidamente al gobierno de Ulises Ruiz; Araceli Escalante, quien ha sido diputada federal y senadora por Campeche, a la atención de los adultos mayores, y Liliana Romero a Fonart, con las credenciales básicas de provenir del estado de México.

La propuesta está a la vista: repartir dinero y satisfactores, sin necesidad de intermediarios particulares, para tejer y consolidar la red social solidaria que en su momento será movida electoralmente para apoyar a los candidatos del PRI. No se conformó un equipo con académicos o especialistas ni se buscó desterrar el sambenito de lo electorero en el manejo de esa secretaría estratégica, la de Desarrollo Social. Puros grillos, pura grilla, con el objetivo de ganar a como dé lugar los comicios intermedios y garantizar que en 2018 continúe viento en popa el priísmo clásico.

Astillas

En Nicaragua la orgullosa bandera de Televisa ha andado por los suelos. A pesar de que con documentación oficial se insiste en que los vehículos rotulados como si fueran propiedad de la cadena mexicana de televisión no lo son, y que ningún personaje de alto nivel de esa empresa está involucrado en las historias de traslado de dinero de origen oscuro y de droga en Centroamérica, día a día se producen incidentes significativos. Ayer, por ejemplo, el portavoz de la Corte Suprema de Justicia denunció en Managua al cónsul mexicano de violar normas de cortesía diplomática, al hablar directamente en un juicio con el abogado de uno de los 18 mexicanos presos allá bajo la presunción de realizar actos de delincuencia organizada utilizando camionetas rotuladas como si fueran de Televisa... Y, mientras HSBC es acusado (no aquí, sino en Estados Unidos) de realizar una amplia operación de lavado de dinero en Sinaloa, ¡hasta mañana!




Fuente: La Jornada