El PRI se ha ido desmarcando con claridad del ex gobernador Andrés Granier (AG), en un proceso que parecería augurar su detención y procesamiento a causa de los graves daños que desde el poder provocó al erario y a la sociedad de Tabasco. Plausible sería una nueva etapa del partido que está de regreso en el poder federal si ella significara repudio y castigo a quienes llegados a puestos de mando han abusado de manera criminal al apropiarse de los fondos públicos. Una postura así, firme y generalizada, daría sustento a las proclamas de un nuevo PRI y ayudaría a la actual administración federal a demostrar espíritu de cambio.
Sin embargo (y señalando la posibilidad de que el jaleo no lleve en lo inmediato al encarcelamiento de AG, sino a la expulsión del padrón priísta y otras sanciones menores), el afilar de cuchillos hacia el trópico tiene fundados visos de encaminarse a una maniobra más de propaganda a favor del gobierno federal (y, en especial, de quien lo encabeza) y a un proyecto de reconstitución electoral del priísmo en Tabasco a partir del sacrificio no tanto de una pieza podrida (pues si tal fuera el criterio sería difícil que los eventuales verdugos no alcanzaran calificación parecida a las de sus circunstanciales víctimas), sino de un correligionario caído en desgracia frente a los nuevos poderosos.
El químico Andrés Granier, como es sabido, resistió cuanto pudo frente al imperioso deseo central de imponer como candidato priísta a gobernador a Jesús Alí de la Torre, impulsado por los hermanos Neme, que son el referente tabasqueño de la nueva distribución regional del poder político según Peña Nieto (ya en anterior columna, http://bit.ly/16Ikqna, se explicaron aquí las cercanías entre Benito, quien fue abogado electoral de la campaña presidencial de EPN –compadre, además– y ahora es director de la enorme caja chica llamada Caminos y Puentes Federales, mientras Salvador es secretario de seguridad ciudadana en el protectorado conocido como estado de México).
Aun cuando el pleito interno pareció amainar luego que el favorito de Neme, Luis Felipe Graham, fue postulado para presidir el municipio de Centro, que incluye Villahermosa, en el curso de la campaña tabasqueña el peñismo se siguió quejando de que el reacio Neme no apoyaba de verdad a Alí y cuando el lopezobradorismo hizo ganar a Arturo Núñez, en la capital del país se etiquetó a Granier como el gran responsable de la derrota del PRI, aunque los estrategas del peñismo tampoco hicieron nada para impugnar el insólito triunfo opositor, en un desenlace rápido y sin furia, ajeno a las tradiciones de rijosidad electoral de la región.
Para contrastar las previsibles cataratas de propaganda mediática que se desatarán si Los Pinos permite el encarcelamiento de un ex gobernador priísta acusado de ladrón (oh: insólito, inauguración de una nueva época, éste es el verdadero nuevo PRI, sólo se asombran los que no conocen a Peña Nieto, etcétera) o le quitan la militancia partidista y lo convierten en ejemplar perseguido temporal, bastaría con ver el elenco que impulsa el ajusticiamiento y que se sentiría depurado con la ofrenda expiatoria. El propio jefe grupal se hizo del poder pinolero mediante el aprovechamiento de ríos de dinero que en buena parte provenían de tesorerías de una suerte de sindicato de gobernadores que apoyó la precampaña y la campaña presidenciales y que hoy gozan de plena impunidad a pesar de su bien ganada mala fama pública y de las constantes acusaciones en su contra.
Granier se equivocó y por ello está rumbo a la guillotina, pero quienes sí atinaron al comprar los boletos adecuados para la rifa sexenal siguen intocados y en algunos casos con notable promoción: gobernadores y ex gobernadores tan campantes como los Yarrington y Hernández en Tamaulipas (y actualmente Egidio Torre, con sus refrescos de dieta llevados servicialmente por la Marina), Ortega en Yucatán, Herrera en Veracruz (y su comisionado actual, Javier Duarte), Murat y Ulises Ruiz en Oaxaca, los Moreira en Coahuila, Medina y González Parás en Nuevo León, González Canto y ahora Roberto Borge en Quintana Roo, solamente por citar de botepronto algunos apellidos protegidos.
La voz de arranque del plan contra el traidor Granier fue dada ni más ni menos que por Roberto Madrazo (uno de los miembros predilectos del Grupo Atlacomulco, largamente cobijado por el profesor Carlos Hank), quien con tonos concertados se lanzó contra el químico expiatorio, demandando su expulsión, lo que horas más tarde fue retomado por César Camacho, el vocero de Los Pinos en el comité nacional priísta. Así que, si de pronto se desata la vocinglería anunciando el advenimiento del nuevo PRI y elogiando la valentía y la decisión de Peña Nieto: ojo, mucho ojo, y a contárselo a quien no se quiera quedar en las apariencias.
Hoy, en diferentes partes del país se recordará activamente uno de los episodios más lamentables de la historia trágica de los años recientes. Cuando los historiadores repasen la etapa negra que se desarrolló durante el calderonismo habrá episodios que a los lectores de esos tiempos futuros parecerán increíbles, entre otras cosas por la impunidad en que se pudieron mantener los culpables de esas desgracias y por la reacción social mayoritaria que fue tibia, indolente y a veces cínica, inhumana y falta de valores cívicos.
La muerte de 49 niños en una guardería gubernamental debió haber provocado una crisis nacional que hubiese obligado a cambios de funcionarios y, sobre todo, de rumbo en el país. Pero esas y otras tragedias fueron vistas por muchos a la distancia, como parte de un México que les fuera ajeno. La denuncia y la exigencia de justicia, por fortuna, subsisten. Familiares de los pequeños muertos y ciudadanos de origen diverso siguen en pie de lucha, como hoy se verá en todo el país. El ex gobernador Eduardo Bours y sus protegidos, los familiares de Margarita Zavala, el solapador Felipe Calderón y el mal gobierno del panista Guillermo Padrés (el ganador electoral) merecen castigo, y las familias y la memoria de esos niños, justicia. ¡Hasta mañana!
Fuente: La Jornada | Julio Hernández López