Enrique Lizalde fue uno más de los mexicanos que emprendieron una desigual lucha contra el caciquismo sindical, en este caso en su gremio, el actoral. En 1977, con el priísmo en la plenitud de su peculiar poder (la frase es una adaptación de la utilizada con más crudeza descriptiva por el veracruzano Fidel Herrera), Lizalde y centenares de partícipes en obras de teatro, radio y televisión, decidieron apartarse de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), cuyas cuentas rebosaban de corrupción, cuyo entendimiento con la parte patronal era lesivo para el interés de los actores y cuyos directivos pretendían eternizarse en el goce impune de los cargos.
Como muchos otros intentos de enfrentar con organización y dignidad los abusos del sucio entramado institucional, el Sindicato de Actores Independientes (SAI) sufrió presiones y represión, en el histórico contubernio de intereses entre el gobierno priísta, las empresas contratantes y un membrete sindical oficialista adosado a los intereses del régimen (una ANDA aportante con frecuencia de candidatos a diputados federales como cuota corporativa en el mundo de tres colores, consentida titular de los contratos de trabajo con las principales empresas de espectáculos que no sólo cerrarían puertas a los disidentes, sino que acosarían sus fuentes de empleo y les irían demostrando que el único sendero tolerable era el de los canales institucionales).
Ocho años duró la lucha por la defensa de los intereses de los actores, durante la cual enfrentaron, entre otros, a Jaime Fernández y a David Reynoso (partícipe, junto con Lizalde, en Viento negro, una de las mejores películas mexicanas). Pero, después de que Ignacio López Tarso llegó al liderazgo de la ANDA (en diciembre de 1985), con filas mermadas por la necesidad de trabajo y las maniobras legales, políticas y empresariales para extinguir al SAI, esta agrupación anunció su salida del foro.
En su acta de defunción fue denunciado el sometimiento de ese sindicato independiente a los intereses políticos del sistema sindical que conviene al aparato gremial del país, que no entiende la pluralidad sino en términos de migajas parlamentarias. Firmaban esa despedida el propio Lizalde, Óscar Chávez, Rogelio Guerra, Graciela Doring, Enrique Gilbert, Pedro Gurrola, Carmen Sagredo, Luis Aguilar, Claudio Brook y Miguel Córcega.
En ese contexto, Claudio Obregón aportó una visión crítica valiosa y vigente: sin armas de negociación, sin fuerza numérica, confundidas moralidad personal y participación política, manejado sólo emocionalmente, el SAI era un movimiento involutivo condenado a muerte y, refiriéndose expresamente a Lizalde, lo acusó de ser un líder que antepone su moral personal a los intereses gremiales, quien ha impuesto, además, el autoritarismo en un movimiento que bregaba por la democratización de los actores (nota de Miguel Robles, en Proceso).
En la página de Facebook del director Julián Hernández (Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor; Cielo dividido y, en preparación, Rencor tatuado), Álvaro Arriola escribió: “ Antes del SAI también fue dirigente de la Asociación Nacional de Intérpretes, logrando también buenas cosas para los actores; ya después se formó el SAI, que si bien no resistió la embestida del gobierno, propició cosas interesantes, como la película María de mi corazón, de Hermosillo, todo el equipo fue del SAI o el montaje en el Fru Fru de La ópera de los tres centavos, que tanto el reparto como todo el personal del teatro eran actores del SAI; te podías encontrar en la taquilla a Ana Martín o de acomodadora a Julissa, fue algo muy interesante, lástima que como muchos movimientos fue fallido”.
Astillas
Ahogada la Zona Rosa, tapen (provisionalmente) los pozos de corrupción. Como suele suceder en todo guión simulatorio que se respete, las autoridades capitalinas han desplegado una aparatosa movilización de policías a un área de la ciudad de México virtualmente concesionada en varias partes y durante largos años a la prostitución, el tráfico de drogas y otros rubros oscuros. Además, se han disparado los discursos y declaraciones que hablan de rescatar la mencionada zona, de reinstalar el imperio de la ley y demás tópicos circunstanciales. El fondo del asunto está en la extraña desaparición de 12 jóvenes tepiteños, sobre la cual aún no hay claridad alguna y en torno a la cual se han hecho circular diversas hipótesis y especulaciones, algunas de ellas relacionadas con entendimientos o rupturas entre autoridades capitalinas y grupos delincuenciales asentados en el barrio bravo...
Por lo pronto, el alquimista Granier y quien fue su secretario de administración y finanzas, Saiz, mantienen al gobierno de Arturo Núñez entretenido y perdiendo tiempo políticamente valioso. Con tanto rezago acumulado y urgido de fondos para ir demostrando que la alternancia partidista valió la pena en Tabasco, el gobierno nuñista ha sido atado al lastre de una disputa que va para largo. El PRI nacional, por voz de César Camacho, parece apretar contra Granier, al que AMLO acusa de haber ayudado a la campaña de Peña Nieto y por ello tener impunidad garantizada. Sin embargo, en el peñismo culpan a Granier de la derrota tropical, por no haber apoyado adecuadamente a Jesús Alí de la Torre, el priísta impulsado por los hermanos Neme como candidato a gobernador por encima del deseado por el químico ahora en problemas...
En Guerrero la violencia política sigue imparable, como se ha visto en Iguala, donde activistas fueron levantados y luego asesinados después de participar en una protesta que implicó una obstrucción carretera. Arturo Hernández Cardona, dirigente de la Unidad Popular y fundador de la Unión Campesina Emiliano Zapata, dijo haber sido amenazado por el presidente municipal. Luego fue encontrado su cuerpo, junto con dos de sus compañeros...
Y, mientras siguen las denuncias por la venta de exámenes Enlace antes de su aplicación, ¡hasta mañana, con la palabra más larga del alemán dada de baja: Rindfleischetikettierungsüberwachung- saufgabenübertragungsgesetz!
Fuente: La Jornada | Julio Hernández López