Vicente Fox hundió ayer el puñal de la división interna en un momento crucial para la de por sí alicaída Josefina Vázquez Mota. No fue un golpe sin previo aviso, pues en varias ocasiones el ex presidente de la República había advertido su proclividad hacia Enrique Peña Nieto, a quien llegó a considerar públicamente ejemplo de una nueva generación de priísmo, ajena a la que él había botado de Los Pinos y, por tanto, merecedora de su calculador apoyo.
Serpenteante, había dicho también que solamente un milagro podría producir el triunfo de la candidata oficial de su partido, aunque luego se reuniría con ella para fotografías de ocasión que permitieron a Josefina manifestarse con júbilo (bueno, ella es enjundiosa y optimista hasta para recitar las tablas de multiplicar del dos) por el advenimiento de lo que ella creía que significaba el milagro de la reunificación de Fox en su favor.
Ahora, indudablemente rebasada por Andrés Manuel López Obrador, en situación de colapso, sin esperanzas circundantes de victoria, Vázquez Mota ha recibido el que podría ser un anticipado tiro político de gracia con las palabras de desahucio de Fox encopetado (por cierto, qué maravillosa manera de Chente de tratar de eludir o cuando menos posponer la masiva descalificación a su traicionera pose: no es que llame a votar por Peña Nieto, pero sí por el puntero, sea éste quien sea, pero no el inflado López Obrador ni la rezagada Josefina, a la que piadosamente recomendó aplicarse en la consolidación del segundo lugar de la contienda. Ofensa para Cantinflas sería compararlo con los batidillos orales de Fox).
La defenestración foxista de sí mismo conlleva además el derrumbe del mito largamente sostenido de la transición democrática, que en realidad sólo fue una alternancia de partidos y que ahora queda reducida a mercadeo de intereses y complicidades para la continuidad de la misma élite privilegiada, sean cuales sean las siglas y emblemas en puja. Fox consiguió impunidad absoluta para él, su esposa y sus respectivas parentelas, a pesar de las fuertes evidencias de prosperidad económica sexenal. Apoyó al política y electoralmente debilucho Felipe Calderón porque no le quedaba de otra, ante el fracaso de su entonces favorito, Santiago Creel, pero algún mecanismo de salvación debe de haberse fabricado para que a pesar del encono en su contra del chaparrito, pelón y de lentes (como lo describiría el entonces presidente nacional del PAN, Manuel Espino), sólo hubiera sufrido la molestia de algunas indagaciones judiciales en su feudo de San Cristóbal, supuestamente en busca de comprobaciones de enriquecimiento inexplicable.
Pero, en ese salto a las planicies del Revolucionario Institucional, en esta reivindicación histórica de las víboras prietas, las tepocatas y otras alimañas que él juraba echar de Los Pinos a partir de 2000, Vicente Fox se está llevando entre las botas las posibilidades josefinas no de triunfo, que no las hay, pero sí cuando menos de cumplir un papel electoral decoroso. El héroe del voto útil en 2000 promueve ahora el mismo recurso pero en favor del PRI de Peña Nieto, con tal de cerrarle el paso al lopezobradorismo que ha estado presionando justamente a Vázquez Mota para que se decida a buscar una forma de declinación que impida el retorno del PRI al poder.
Los datos ciertos, por lo pronto, son dos: el más definido es que AMLO va ganando terreno de una manera que obliga a sus adversarios a recargar las baterías de la guerra sucia y a idear formas de alianza que cierren el paso al tabasqueño y, por otra parte, que el panismo ha llegado a la hora de las definiciones respecto al sostenimiento en firme de la candidatura de Vázquez Mota o su virtual abandono en el foro escenográfico para explorar y negociar por fuera de los reflectores los términos de arreglos con el peñanietismo al que prefieren como opción de relevo ante el perredista que significaría un riesgo inaceptable para Calderón y Fox.
En el apartado de la guerra propagandística es muy sugestivo el giro de la propia Vázquez Mota al ahora dedicarse abiertamente al combate no del puntero, como diría piadosamente Fox, sino del presunto segundo lugar, López Obrador, como si a fin de cuentas el plan de la cúpula panista considerara más beneficiar a Peña Nieto mediante el bombardeo contra AMLO.
A punto de cumplir tres años de injusticia e impunidad, padres de niños muertos en la guardería ABC marcharon ayer, acompañados de ciudadanos igualmente dolidos e indignados, del Zócalo capitalino al Ángel de la Independencia. En el catálogo de las tragedias nacionales tiene un lugar especial lo sucedido en Hermosillo durante un episodio aún no aclarado que, sin embargo, demostró de manera pública la condición de intocables que acompaña a miembros de ciertas élites, tanto la priísta relacionada con el entonces gobernador Eduardo Bours, como la panista, de entre la cual destaca una prima de Margarita Zavala de Calderón. Cuarenta y nueve muertes que en cualquier otro país medianamente civilizado, crítico y participativo habrían causado una crisis política y de conciencia, aquí han sido sobrellevadas entre discursos, promesas y simulaciones. Además, se ha vivido la restauración político-electoral de ciertos personajes claves de la tragedia y la cínica exoneración de personajes siniestros como Juan Molinar Horcasitas.
En zonas indígenas de Oaxaca se han vivido durante años recientes graves casos de pederastia a cargo de cuando menos un sacerdote, Gustavo Silvestre Hernández, que ha sido largamente protegido por el arzobispo José Luis Chávez Botello. Cuando menos 45 casos habrían sucedido, según datos recabados por sacerdotes de la región que desde 2009 le dijeron en propia cara al arzobispo lo que estaba sucediendo, sin que éste actuara más que para reprimir a los denunciantes y favorecer al íntimo cura pederasta. De todo ello se da cuenta en nota aparte, hoy en La Jornada.
Y, mientras Jesús Zambrano asegura que AMLO va tres puntos arriba de EPN, y Gustavo Madero no se atreve a confrontar de verdad a Copetox, ¡hasta mañana!
Fuente: La Jornada