martes, 26 de junio de 2012

Y sin embargo... Actuar contra fraude. Detectar mapachería. El lunes siguiente

 
El conjunto de intereses que en 2006 cerró el paso a la opción reformista representada por López Obrador ha vuelto a montar un aparato de defraudación electoral. No es solamente el burdo operativo nacional de compra de voto, al más clásico estilo del peor priísmo, ni las brigadas gordillistas de mapachería de las que ha dado actualizado reporte Karina Avilés en La Jornada a propósito del plan de acción delictiva denominado Ágora.

Es también la reunificación explícita de los mismos obstructores de ayer: Calderón, convertido en gustoso jugador con devaluadas monedas josefinas que apuesta al triunfo de la ficha copetona en espera de ganar la misma impunidad monumental que ha disfrutado hasta ahora su antecesor, Fox (la señora Marta y los hijos Bribiesca), el famoso ranchero lengua larga que asoma la punta intelectual de sus botas en el escenario descompuesto para criticar en El País al Felipillo al que siempre ha menospreciado, elogiándose como el mejor presidente de la historia del país y enderezando baterías contra el perredista tabasqueño cuya supuesta lejanía apabullante respecto de Peña Nieto, según las encuestas de opinión alineadas, haría fútil el gasto de metralla tan abundante y concentrada.

Coros institucionales celebran en tonos vehementes la más absoluta imposibilidad de un fraude electoral mientras por todo el país se multiplican los reportes de las mil formas priístas de botar en regalos electoreros los fondos habidos en exceso. En medios de comunicación asociados al priísmo (es decir, a la confluencia final del calderonismo y el salinismo) se sataniza toda insinuación de fraude, condenando desde ahora al paredón patriótico a quien ose dudar de la palabra oficial que el próximo domingo, faltando un cuarto para las doce de la noche, habrá de anunciar con solemnidad el nombre del nuevo sol sexenal, contundente e inobjetable.

Y sin embargo, jóvenes del movimiento 132 anunciaron ayer un esfuerzo para los seis días finales, en busca de organizar a los ciudadanos que defienden no necesariamente a un candidato en especial, sino el derecho a elegir en libertad al próximo presidente de México. Son tantas las evidencias del magno mecanismo de adulteración electoral en marcha, que pareciera al mismo tiempo desconcertante que no se produzca una reacción ciudadana que luche por frenarlo. Parecería que la proporción de lo que está a la vista ha inhibido a los votantes que desean limpieza electoral, resignados tempranamente a conformarse con la imposición programada. La primavera cívica detonada semanas atrás pareciera haber entrado en un acelerado proceso de hibernación, pasmado el movimiento juvenil, y ciudadano en general, ante las artes de mediatización, divisionismo, confusión y desgaste que el sistema ha puesto en práctica mediante un judo político y mediático que con la misma fuerza de los opositores trata de generar su caída.

Los ríos de dinero que ya están corriendo, las cuotas electorales asignadas a los gobernadores priístas, la parálisis convenenciera de los consejeros del IFE, la preparación anestésica mediante encuestas de opinión programadas para sostener la presunta delantera de EPN y las técnicas crudas de defraudación, como la famosa Ruleta que hace prácticamente imposible evitar en un contexto normal el depósito en urnas de boletas marcadas en favor de un partido, llevan a muchos mexicanos a preguntar qué hacer.

No encuentran respuestas ni siquiera en la estructura de apoyo a AMLO, en la que están incrustados acechantes adversarios internos que sólo esperan el momento para reiterar la vocación por la traición, ni en los líderes partidistas que ya han obtenido ganancias al acomodar a sus piezas en los privilegios plurinominales que integrarán las próximas cámaras, y ni siquiera en algunos miembros del hipotético gabinete que desde ahora se preguntan si su predisposición a los gobiernos de coalición debería llevarlos a aceptar una invitación priísta, en caso de que fallara la opción tabasqueña.

Por lo pronto, en estos días finales queda claro que una manera firme de romper la cadena de defraudación electoral que está montando el PRI requiere de la detección y denuncia de las casas de operación electoral en las que se repartirán artículos y productos, además de dinero en efectivo, para promover ese voto en Ruleta.

También parece cierto que los futuros votantes deben razonar con todo cuidado la manera en que cruzarán las boletas el próximo domingo, pero que tal vez vaya a ser aún más trascendente analizar y decidir respecto de lo que se haría el siguiente lunes, en caso de que el conjunto de intereses que ya hizo fraude en 2006 reitere su conducta seis años después.

Astillas

Un buen número de mexicanos se han quejado por el uso de sus datos de identificación (alojados en registros oficiales, del Conacyt y del Sistema Nacional de Investigadores) para que recibieran una carta personalizada de Enrique Peña Nieto... Martín Gerardo Fernández reportó: viendo el Canal Once este lunes, cerca de las 18 horas con 15 minutos, transmitieron un espot de no más de 15 segundos donde se argumenta que siete de cada 10 mexicanos no quieren a López Obrador y ponen fotos de supuestos mítines con unos 20 asistentes y reiteran que México no lo quiere. Hasta aquí todo parecería normal, pese a la manipulación de la información, pero lo alarmante de todo esto es que este espot no lo firma nadie, no dice quién lo paga, esto es, que no aparece ni al principio ni al final ningún partido, institución o particular haciéndose responsable de este mensaje... Y, mientras siguen los jaloneos sangrientos por eventual cambio de administración en el negocio oscuro, esta vez en el aeropuerto capitalino, ¡hasta mañana, con el físico Jaime Ruiz-García, de la UASLP, asegurando que “la encuesta del diario Reforma está equivocada, ya que en realidad tiene a AMLO a 4.7 por cierto de Peña Nieto, y no a 12 por ciento, como indicó en su encuesta de junio” (estudio disponible en www.astillero.tv )!




Fuente: La Jornada