En la Corte, las armas oscurantistas se cubrieron de escoria mientras en San Lázaro los afanes neoporfiristas fueron diferidos para ser resueltos después de las elecciones de 2012. Escaramuza conservadora en dos pistas, con los personeros de Felipe Calderón asumiendo roles protagónicos sin careta: el ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo definiendo con su voto clave el desenlace del litigio sobre el aborto y el diputado Alberto Becerra Pocoroba presionando a una frágil perredista para que apoyara las pretensiones releccionistas. Tres egresados distintos de la Escuela Libre de Derecho (Becerra incluso fue su rector) y un solo derechismo verdadero.
No te hago ministro para que votes en mi contra, sería la adecuación felipista de la famosa frase de José López Portillo referida al control de la prensa mediante la asignación de publicidad gubernamental. Dos veces batalló Calderón para hacer ministro de la Corte a Pardo Rebolledo. La primera, fallida, fue en 2009; la segunda, exitosa, en 2010. Ayer, en un escenario incendiado por el oportunismo electoral del promovente Felipe, el ministro Pardo respondió a las expectativas puestas en su contratación, y con una jugada ampliamente prevista impidió que se juntara el número de votos necesario para frenar las modificaciones constitucionales en Baja California que establecen el derecho a la vida desde el momento de la concepción, conforme a los criterios clericales y conservadores en lucha por blindar entidades federativas (ya llevan 18) contra el ejemplo liberal de la ciudad de México.
Fue una victoria ajustada y apagada de la moralina insurrecta. Conforme a las reglas, los opositores a las letras bajacalifornianas reformadas no alcanzaron la mayoría calificada (ocho, de 11 votos posibles) y por tanto la normativa impugnada se quedó tal cual, a pesar de que siete ministros se esforzaron en demostrar la improcedencia de lo legislado en la entidad norteña largamente dominada por el PAN (aunque ahora está pintada de tres colores, apenas con un simbólico personaje panista, al que llaman gobernador, rodeado de opositores en el congreso y las alcaldías).
El resultado final del forcejeo sobre el aborto es favorable al impúdico ocupante de Los Pinos, que movió cuanto pudo para presionar a la Corte hacia posiciones conservadoras y para predisponer a la opinión pública en contra de los ministros si estos actuaban “contra la vida”. Es probable que la ganancia neta del episodio quede más en las cuentas políticas de la señora Margarita (especialmente dedicada a mantener vínculos con las comunidades religiosas influyentes, no sólo con las “cristianas” sino sobre todo con la católica) que en las del estresado y cada vez más solitario Felipe. También es posible que el saldo acabe siendo más favorable para las poses de beatitud política de Josefina Vázquez Mota (que en la cúpula de la iglesia dominante hace descansar buena parte de sus esperanzas presidenciales) que para el inexpandible Ernesto Cordero. Pero, sin duda, el freno a la intención de enmendar planas conservadoras en Baja California constituye un triunfo para el panismo calderonista, que tratará de ser convertido en moneda electoral en el tramo que culminará en julio del año entrante.
En San Lázaro, sin embargo, el proyecto panista de consolidación de las elites políticas mediante la relección no pudo avanzar en una de las dos comisiones que deben analizar lo que con exageración es llamada reforma política. La de Puntos Constitucionales, que sesionó ayer bajo la presidencia de Jaime Cárdenas Gracia (llegado a la curul a nombre del PT), registró un empate en la primera votación y luego, en segunda ronda, estuvo a punto de quedar igual. El dulce cuento panista de la democracia todopoderosa que premia y castiga a los políticos dándoles o quitándoles la posibilidad de seguir en el cargo mediante límpidas y respetabilísimas elecciones fue apoyado por el PRD y el PT, pero el PRI se negó a consolidar tal historieta aunque sin echarse en contra abiertamente al activismo “ciudadano” que impulsa la agenda blanquiazul de neoporfirismo: que sea el pueblo el que decida, declaró Poncio PRIlatos, agarrándose del clavo ardiente de la consulta popular que esa misma comisión aprobó. Con plazo y cuotas: que sea después de las elecciones de 2012 y que vote más de 40 por ciento de la lista nominal de electores.
Ante la marrullería tricolor, y el empate en la primera votación, surgió una impensada heroína al revés: la diputada perredista por Zitácuaro, Michoacán, Dina Herrera Soto, que de manera tragicómica dejó ejemplo de la débil textura de lo que es llamado la “representación popular”. A pesar de que el chuchismo-ebrardismo, en sabida alianza con el PAN, había decidido apoyar la relección inmediata, la diputada Herrera decidió abstenerse y, con ello, permitió que el PRI, más un diputado del Verde Dolarista, tuvieran un sufragio de más y ganaran la votación.
La perredista Herrera había sido presionada abiertamente por quienes a un lado de ella se habían sentado: el librederechista Becerra Pocoroba, queriendo retenerla para la alianza PAN-PRD, y el peñanietista José Ramón Martel para sostenerla en la abstención que significó el triunfo tricolor. La diputada Herrera planteó en diversos momentos que ella sí pensaba lo que hacía, que prefería no decir lo que sabía y le sugerían, y acabó saliendo de la sala de reunión con dolor de cabeza y amenazada, según reveló una bravía diputada del PRI. Horas después, por no cumplir los acuerdos con el PAN, el aliancista Ríos Piter anunció la sustitución de la diputada Herrera. En resumen: esa comisión no aprobó la relección inmediata y el PRI dice que votará en la plenaria (si antes no negocia algo importante que le haga variar sus históricamente veleidosas convicciones) a favor de que la novedad de la consulta popular sea inaugurada en 2012 con el tema de la tal relección. Y, mientras Humberto Moreira es perseguido por la deuda coahuilense en pena, ¡hasta mañana con oscurantismo en el aeropuerto capitalino!
Fuente: La Jornada