Algunos estaban seguros de haber visto a los extraterrestres. Miles abandonaron sus casas, con el corazón bombeando pánico. En la radio escuchaban: “Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez (…) Continuaremos informando”.
Corría la noche del 30 de octubre de 1938. Antes de iniciar el programa, la Columbia Broadcasting System aclaró a sus radioescuchas que Orson Welles acompañado de los actores del Mercury Theatre interpretarían la adaptación de la novela de ciencia ficción La guerra de los mundos de H.G. Wells.
Se estimó que alrededor de 12 millones de estadunidenses escucharon la transmisión. Miles dejaron todo atrás. Las carreteras colapsaron. La osada creatividad de Orson Welles, entonces de 23 años de edad, le retribuyó en la firma de tres contratos con el estudio cinematográfico RKO. Tres años después el cineasta estrenaría El ciudadano Kane, la película que lo consagró como artista.
Ante los medios de comunicación, ¿cuál es el papel que juega el auditorio? ¿Escucha las noticias como música de fondo?, ¿adopta como dogma de fe lo que lee en su sitio web favorito?, ¿no le cree a nadie?
Somos máquinas multitarea. Caminamos rumbo al trabajo con los audífonos puestos mientras chateamos. Frente a las noticias no somos diferentes. Leemos algo, creemos que es cierto, lo compartimos con nuestros contactos, indignados convocamos a una urgente manifestación para luego quedar absortos con una noticia que nos sorprendió más que la anterior.
“Senado aprueba venta de Teotihuacán a EUA durante partido de México”. El portal eldeforma.com tituló así una de sus populares noticias falsas. Y sí, muchos la dieron por cierta. “Putos legisladores”, difundió uno en su Twitter. “No son sólo ellos los culpables!! Si no también los mismos ciudadanos quienes decidimos no hacer nada!!” (sic), soltó otro.
Muchos otros han caído con las noticias falsas del portal: “México se queda sin himno: SEGOB olvida renovar contrato con los dueños de los derechos”; “Samsung paga multa de 1 billón de dólares a Apple en monedas de 5 centavos”; ““Cirqueros usarán botargas para suplir animales”. No pocos lectores dan por verdaderas estas publicaciones, las comparten, se indignan, reclaman al aire e inician discusiones con otros usuarios de redes sociales.
Los llamados profesionales de los medios tampoco escapan. No son muy diferentes al lector de estos tiempos. Las notas del “Deforma” han sido publicadas como información verídica por Récord, Yahoo Finance, Goal, Marca, SDP, Publimetro y Terra.
La competencia por difundir una primicia traspasó la hora de cierre, ahora se cuenta en segundos. Hay que intentar comprobar la noticia en minutos. El presidente en cualquier momento puede “dar la nota” con un Tweet. Hasta la información de seguridad nacional se difunde por esta vía, como pasó con la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, que se dio a conocer primeramente vía web por la Agencia AP y la confirmó más tarde la presidencia de la República en redes sociales. Las actividades de los altos funcionarios a veces sólo se difunden en su página de internet. Las redacciones necesitan ejércitos de editores que corrijan en segundos, de expertos que manejen redes sociales y diseñadores que puedan producir un video a velocidad catódica.
Esta urgencia por obtener y difundir noticias derivó en una mayor publicación de información falsa por parte de los medios profesionales y, a la vez, de una voraz adicción del auditorio por consumir información recién horneada (y muchas veces aún cruda). Este contexto explica por qué muchos periódicos y lectores han caído en las sátiras del “Deforma”.
Algunos cibernautas han externado su malestar al “Deforma” al saberse engañados por haber creído en sus publicaciones. Incluso esta semana una persona envió una carta a los redactores del sitio para reclamarles que perdió su trabajo por hacerle caso a uno de sus textos. Sin embargo, la intención de las mentes detrás de este portal no es engañar a todo el mundo.
¿Por qué el equipo del “Deforma” decidió comenzar a difundir información falsa? Me responden vía correo electrónico: “Inicia como un simple hobbie, por la desesperación de ver tantas noticias malas día a día en México, buscando reírnos de todo lo que pasa en el país, en lugar de llorar”.
El novelista estadunidense Kurt Vonnegut sostenía que el humor es “casi una respuesta fisiológica al miedo”. El éxito del “Deforma” es que escribe pequeñas ficciones de comedia para un país acostumbrado a dos cosas: el terror y no leer. Es la dosis de ficción y comicidad que a muchos les ayuda a sobrellevar la realidad.
Aunque los ejercicios de noticias falsas transmitidas en medios masivos nos acompañan desde tiempos de Orson Welles, en el contexto actual el “Deforma” ha ayudado a afinar y reflexionar en torno al proceso de emisión y recepción de noticias. Ha llevado a los académicos del periodismo a deliberar sobre el fenómeno; a muchos reporteros les ha servicio como lección o escarmiento ajeno, y al lector a recordarle que no todo lo que ve es cierto.
El “Deforma” nos recuerda que vivimos en una era de engaños. Los supuestos jugos sanísimos que nos venden enlatados son la antesala de la diabetes. Quienes quieren detener nuestro sufrimiento terminan por acabar con nuestros ahorros. Nada es lo que parece o, mejor dicho, (casi) nada es lo dice ser o representar.
El estudio Hábitos de los usuarios de internet en México 2013 elaborado por la Asociación Mexicana de Internet reportó que el 84 por ciento de los 45.1 millones de cibernautas mexicanos utiliza este medio para consultar información. Consumir noticias vía web se ha convertido en una práctica común, natural, casi indispensable. Por eso mismo, tanto los medios profesionales como los lectores debemos aspirar a jamás dejar de cotejar, comparar y verificar la diversidad de rumores, videos, fotografías y datos que circulan en el ciberespacio. De lo contrario, en cualquier momento una nueva invasión extraterrestre nos hará sucumbir de pánico.
Fuente: Proceso| JUAN PABLO PROAL