Arturo Núñez y Andrés Granier son compadres. El primero fue padrino de 15 años de una hija del segundo, aunque no asistió a la ceremonia porque debió viajar a Bolivia en una comisión oficial, siendo representado por su esposa en la fiesta regional (http://bit.ly/10TEkIA).
Priístas de origen, Núñez con relevancia nacional adquirida gracias al apoyo de padrinos políticos como Carlos Salinas de Gortari, los compadres viven hoy confrontados aunque sea de palabra. Arturo se volvió formalmente perredista y llegó a gobernador de Tabasco gracias al apoyo específico de Andrés Manuel López Obrador (algunas de cuyas piezas fueron agradecidamente colocadas en casilleros del organigrama estatal), en un raro rejuego político en el que el PRI peñista se esmeró en presentar una candidatura débil, con el ya olvidado Jesús Alí de la Torre como abanderado, e insólitamente se allanó con rapidez a los números placenteros a favor de Núñez (mientras, a escala nacional, el lopezobradorismo dejaba el camino libre a Peña Nieto, luego de una etapa de protestas que anunciaban momentos de creciente lucha que ya no llegaron).
El candidato priísta derrotado, Alí, reconoció su desgracia numérica de inmediato (ocho puntos de diferencia le había sacado Nuñez) pero condicionó la aceptación política de su fracaso a que López Obrador hiciera lo mismo respecto a Peña Nieto (véase la nota de Andrea Becerril y René Alberto López en La Jornada: http://bit.ly/19AMbKd). A fin de cuentas, el Movimiento Progresista, integrado por PRD, PT y MC, se quedó con la gubernatura, el control del Congreso local (19 de 21 diputaciones de mayoría), las seis diputaciones federales en disputa, las dos senadurías directas y 10 de 17 presidencias municipales, de entre las que destacó Centro, que incluye a la ciudad de Villahermosa, donde las encuestas de opinión daban como constante favorito al priísta Luis Felipe Graham, quien había cedido la candidatura a gobernador a Alí por presiones desde la ciudad de México y se había conformado con la postulación a la principal alcaldía del estado. AMLO puso más adelante a este Tabasco como ejemplo de lo que se puede lograr luego de décadas de lucha.
Sin embargo, el arribo de Núñez al poder se dio en circunstancias muy desfavorables, con las arcas vacías, poca información fiable sobre el funcionamiento del aparato estatal y la muy extendida percepción de que el compadre Granier se había llevado cuanto le había sido posible (para dar testimonio de los altos vuelos familiares alcanzados: a Mariana Granier Calles, hija del ya para entonces ex gobernador, le encontraron tres mil millones de pesos en una cuenta, cuyos movimientos irregulares fueron suspendidos por orden de autoridades del ramo http://bit.ly/12yWZHS. Pero muchos tabasqueños creen que Fabiancito, como llaman a otro hijo del ex gobernador, logró amasar una fortuna mayor a la de su hermana. Núñez quedó con las manos presupuestales atadas, obligado a recurrir al gobierno federal y a sostener una relación de gran dependencia respecto a Peña Nieto.
En todo caso, del único pacto del que han quedado evidencias públicas es del que le ha permitido a Granier mantenerse en la impunidad. Cinco meses después de que tomó las riendas gubernamentales, Nuñez no ha podido enderezar contra Granier más que declaraciones y lamentaciones. Un entendimiento tan cuidadoso que, a pesar del fragor retórico de Nuñez, ni siquiera incluyó por su nombre a su compadre Granier en la denuncia federal por el saqueo de Tabasco. Ayer, a pesar de que el ex gobernador fue pillado en días anteriores hablando de sus escandalosas presuntas riquezas (nomás en lo indumentario), aunque luego argumentó que lo había hecho pasado de copas (recuérdese el dicho de que los niños y los borrachos dicen la verdad), el perredista Núñez volvió a soltar metralla discursiva pero no pasó de allí. Granier había planteado en un noticiero radiofónico la tesis de un pacto de entendimiento con Núñez y éste se deslindó, como era previsible, y luego lo conminó a que por propia voluntad se presente, acompañado de los ex funcionarios adecuados, para que expliquen la falta de dinero público y el destino dado a partidas presupuestales fantasmales.
Lo que sucede en Tabasco es una página de los expedientes secretos que se integran en cada cambio de gobierno (en este México de política que se mueve y está condicionada por el dinero, haiga de venir de donde haiga de venir), entre miembros de un mismo partido y también entre opositores. Cuidarle las espaldas a los salientes para que no obstruyan la llegada de los nuevos gobernantes o asumir no escritos pactos de impunidad cuando el saliente financia la campaña del entrante (el mal manejo de las finanzas públicas del saliente no puede ser exhibido ni perseguido por el que llega, porque le afectaría a él mismo) son parte de la democracia actual.
Por ello es que Gabino Cué no ha hecho nada contra Ulises Ruiz (impunidad a cambio de que no desestabilizara Oaxaca), ni Graco Ramírez en Morelos (más que discursivamente) contra Marco Antonio Adame, ni Rafael Moreno Valle en Puebla contra Mario Marín, ni Malova en Sinaloa contra Jesús Aguilar Padilla, ni Fernando Toranzo en SLP contra el panista Marcelo de los Santos, ni Egidio Torre en Tamaulipas contra Eugenio Hernández (quien junto con Manuel Cavazos Lerma y Tomás Yarrington han quedado fuera de la mirilla por corrupción y presuntas relaciones con el narcotráfico en que el calderonismo les había colocado), ni Manuel Velasco Coello en Chiapas contra Juan Sabines, ni Ángel Aguirre contra Zeferino Torreblanca en Guerrero, ni… ni nadie contra nadie, en puntual y pluripartidista cumplimiento de la máxima de protección política que habla de taparse los unos a los otros. Hoy por ti, mañana por mí.
Y, mientras es organizada alguna cruzada popular para allegarle a Carlos Slim la bicoca (550 mdd) que le impidió seguir como máximo millonario mundial (Bill Gates desplazó al paradójico orgullo nacional de enriquecimiento en tierras de miseria), ¡feliz fin de semana!
Fuente: La Jornada | Julio Hernández López