domingo, 24 de junio de 2012

El gobierno de Rajoy y el supuesto exilio mexicano: Néstor de Buen


Leo con verdadera pena la noticia de que España no está permitiendo el ingreso de mexicanos que viajan a ese país y que los devuelven de manera inmediata. El pretexto es que, dada la situación económica española, tienen temor de que se trate de aspirantes a un empleo, que hoy no alcanzan los propios españoles.

Es una vergüenza, aunque no me extraña viniendo de un gobierno fascista como es el del Partido Popular, lamentablemente a cargo del gobierno por el fracaso del Partido Socialista Obrero Español en las elecciones más recientes.

Si hay un país que enfrentó la necesidad de recibir españoles que habían perdido la guerra y con ello el empleo, es México. Gracias al general Lázaro Cárdenas llegaron a México miles de españoles que fueron recibidos con los brazos abiertos y que ocuparon, sin duda alguna, puestos de trabajo a los que aspiraban muchos mexicanos.

Puedo invocar la propia situación de mi familia, no sólo mi padre y mi madre, sino también tíos y primos que encontramos en México, a partir de los años cuarenta, hogar, estudios y trabajos generosamente facilitados por México en favor de los españoles.

Me da vergüenza la actitud del gobierno español que desde el aeropuerto devuelve a México a los mexicanos que pretenden entrar a España si no cuentan con la invitación de alguna familia española que seguramente tendrá que asumir la responsabilidad de hacerse cargo de esos supuestos extranjeros que vienen de un país en crisis pero que indudablemente, con respecto a España, tendrían todo el derecho del mundo para trabajar allí, si es que eso buscan.

En estos días he estado leyendo libros escritos por exiliados españoles que enternecen cuando narran las vicisitudes para conseguir medios de vida en un México que tampoco estaba en la mejor condición económica. Fue la generosidad del general Cárdenas la que permitió la recepción y permanencia de miles de refugiados que respetuosamente hicieron lo necesario para sobrevivir, no solamente consiguiendo empleos sino también creando empresas y puestos de trabajo. Hay que reconocer, y lo digo con mucho orgullo, que el exilio español fue no sólo generoso para los republicanos españoles sino, además, positivo para la economía del país, para su cultura y para el arte mexicanos.

Me bastaría con poner como ejemplo la presencia del exilio en la Universidad mexicana. En lo que era la Escuela de Jurisprudencia, después convertida en Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, los profesores españoles hicieron historia y colaboraron de manera totalmente eficaz en el crecimiento de la cultura jurídica de México. Puedo invocar muchos nombres, entre ellos el de mi padre, Demófilo de Buen, y con él a don Felipe Sánchez Román, don Manuel Pedroso, don Luis Recasens Siches, don Niceto Alcalá Zamora, don Mariano Ruiz Funes, don Joaquín Rodríguez y Rodríguez, don Javier Elola y don Rafael de Pina Milán, entre otros. El nacimiento del Instituto de Derecho Comparado, hoy Instituto de Investigaciones Jurídicas, fue resultado de la iniciativa de esos profesores y, particularmente por la influencia de Niceto Alcalá Zamora, se constituyó el doctorado en derecho. No es escasa la aportación bibliográfica de estos autores.

Me horroriza la conducta de las autoridades españolas al devolver a México a los viajeros que no pueden acreditar una invitación personal para viajar a España. Se les olvida a los majaderos que han puesto en vigor esas reglas que México fue parte importante de España y que siempre ha estado con los brazos abiertos para recibir españoles. Pero, por lo visto, el fascismo actual de España o, mejor dicho, del partido político dominante, no puede olvidar que México fue el único país del mundo que durante la Guerra Civil proporcionó armamento y alimentos a la República, y al final, el asilo. Lo que pasa ahora es un evidente saldo del franquismo.

Me temo que estamos en el caso en que se justifica una sonora mentada de madre a quienes sean responsables de esta conducta indecente.




Fuente: La Jornada