Ante el anuncio de la periodista Carmen Aristegui sobre su retorno a un noticiario en alguna plataforma digital y la dramática caída de Enrique Peña Nieto en las encuestas –El Universal-Buendía & Laredo publicó el 14 de marzo un sondeo con un índice de aprobación de apenas 32% para el primer mandatario–, la semana pasada hubo una reunión de emergencia en Los Pinos.
En ese cónclave participaron el jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán, y los dos principales responsables de Comunicación Social del peñismo: Eduardo Sánchez, vocero, y Rodrigo Gallard, coordinador de Comunicación Pública.
Los reproches comenzaron a surgir por parte de Guzmán. A más de un año del relevo de David López como jefe de Comunicación Social de la Presidencia, la mala imagen del peñismo continúa y se acentúa.
Al sinaloense David López le achacaron la responsabilidad de la crisis derivada de la tragedia de Ayotzinapa y el escándalo de la Casa Blanca, así como la disputa entre las áreas de comunicación de las dependencias federales.
“Estamos ante un vacío de comunicación”, les habría reprochado Guzmán a Sánchez y Gallard, a quienes también les reclamó lo mismo que antes se decía del equipo de David López: no se difunden de manera adecuada los “logros y buenos resultados” de la administración federal; se desgasta a Peña Nieto al involucrarlo en todos los temas, como el de la contingencia ambiental y su disputa con el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera; los perfiles de los responsables de las oficinas de comunicación social en varias dependencias federales son muy bajos; se agudizan los conflictos y pleitos con varios comunicadores y medios; hay descontrol en áreas como la encabezada por Rosario Robles, que litiga en medios (el caso de Milenio) sobre asuntos de la Cruzada Nacional contra el Hambre, cuando ahora es titular de la Sedatu y ya no tendría nada qué ver con eso.
La cereza del pastel, por supuesto, fue el retorno de Aristegui. El mensaje de la periodista se viralizó en redes sociales. Se difundió ampliamente la nota de un operador financiero del Cártel de Juárez, presunto contacto entre esta organización y los proveedores de droga de Colombia, que está señalado como parte de la trama de financiamiento irregular en la campaña de Peña Nieto en 2012 y que, además, ha obtenido contratos en este sexenio por más de 400 millones de pesos.
Esta noticia pasó de noche en la mayoría de medios impresos y en la totalidad de los medios electrónicos donde se ha privilegiado el control gubernamental sobre la información crítica, pero no así en las redes sociales, especialmente en Facebook, donde se difundió el reportaje publicado en el portal Aristegui Noticias.
En ese contexto, Guzmán calificó como “pésima noticia” el retorno de Aristegui, a quien Los Pinos ha señalado como “adversaria”, como si se tratara de una cruzada personal. Fieles a la consigna de ubicar a los mensajeros como enemigos y a los periodistas críticos como opositores, el equipo de Los Pinos se reprochó mutuamente la falta de previsión o de estrategia de “respuesta” ante esta situación.
Por si fuera poco, en el área de manejo de redes digitales el gobierno de Peña Nieto también es un desastre. Hay una disputa entre el equipo que encabeza Alejandra Lagunes, expublicista de Google, y el del consultor y publicista electoral Juan Carlos Limón, mejor conocido como El Cítrico, dueño de la empresa ByPower.
Limón ha criticado las “estrategias” de Lagunes para financiar cuentas falsas en redes sociales y contrarrestar los mensajes negativos hacia la administración federal sin lograr ningún avance. Su cercanía con Peña se deriva de haberlo asesorado en la campaña de 2005 en el Estado de México y se le atribuye ser quien presentó primero a Angélica Rivera con el entonces mandatario local.
Limón tampoco tiene mucho qué presumir. El año pasado recibió el reconocimiento de “Consultor Político del Año”, justo cuando su candidata asesorada, la priista Ivonne Álvarez, perdió estrepitosamente en Nuevo León ante Jaime Rodríguez, El Bronco.
En otras palabras, el vacío de comunicación del equipo peñista se agudiza por las mismas razones que generaron su irrefrenable caída: pretender que los hechos críticos se borran con publicidad por encima de la información; pensar que se trata de controlar y no de enfrentar las críticas; destinar una fortuna del erario a alimentar a medios masivos como la televisión y estaciones de radio que ya no aportan credibilidad ni rating; armar una conjura a modo pensando que las críticas son resultado de un intento “golpista” contra el primer mandatario; evadir cualquier punto relacionado con la corrupción.
Los vacíos en comunicación se llenan. Y esto ha sucedido en el caso del peñismo. Su largo monólogo de autoelogios, boletines, gacetillas, filtraciones de videos, dependencia excesiva a Televisa y discursos huecos no pueden borrar los reclamos y demandas de una sociedad irritada por la violencia, la inseguridad, la escalada de impunidad (ahí está el cáncer llamado Javier Duarte) y la falta de empleo. Esa irritación sí “mueve a México”. Pero a cuatro años no lo han querido entender.
Fuente: Proceso| JENARO VILLAMIL