domingo, 8 de septiembre de 2013

Los maestros del terror

No me gusta que se bloquee el acceso al aeropuerto, que se cierren las calles ni que haya empujones como ha habido en los últimos días en la capital del país, pero tampoco me gusta lo que se está diciendo de los maestros.

Me la paso oyendo a gente acusándolos de ser unos holgazanes y a nuestros más caros comunicadores comparándolos con los profesores de Corea o de Finlandia, por no mencionar a los expertos que piden que los golpeen, que los encierren y que los ataquen con tanquetas.

Perdón, pero yo no he escuchado, hasta ahora, a uno solo de esos manifestantes diciendo que no quiere trabajar.

Igual, ¿a quién se le ocurre comparar a los profesores de México con los de Corea o con los de Finlandia? Se necesita estar enfermo para algo así.

¿Por qué el modelo a seguir tiene que ser el de Corea o el de Finlandia? ¿Qué tenemos que ver nosotros con esas geografías, con esas economías y con esas culturas? ¡¿Qué?!

México no es Corea. México no es Finlandia. Idealizar a esas y a otras naciones es aberrante. No se vale.

México necesita desarrollar sus propios esquemas. ¿Qué le están dando esos comunicadores a la gente? ¿Qué clase de emociones están promoviendo? ¿Qué clase de ideas están posicionando?

Pero lo peor es lo de los golpes, los encierros y las tanquetas. ¿De veras queremos que el Ejército o que la policía entre y le pegue a nuestros maestros?

¿En verdad queremos que los encierren y que los ataquen?

Decir esto hoy es como si los mexicanos de 1968 le hubieran pedido a Díaz Ordaz la matanza de Tlatelolco, como si los chilangos de 1971 hubieran soñado con la masacre del Jueves de Corpus.

¿En eso es en lo que nos hemos convertido? ¿Eso es lo que somos ahora después de tanta democracia y avances?

Por favor abra los ojos y escuche lo que se está diciendo en muchos medios y en muchos lugares.

Tal parece que lo que queremos es muerte. Tal parece que lo que queremos es sangre.

Les estamos dando la razón a los dictadores del pasado. Les estamos pidiendo a las autoridades que ataquen a nuestros profesores para que después vengan y nos ataquen a usted, a sus hijos, a mí.

Aunque se me pongan enfrente, aunque no me dejen llegar a mi trabajo y aunque me obliguen a llegar tarde a todos lados, jamás voy a dejar de apoyar a los maestros en su lucha, que no tiene que ver nada con la educación, que tiene que ver con sus derechos laborales.

A esos hombres y a esas mujeres les están haciendo lo que a millones de mexicanos nos han estado haciendo desde hace años, solo que ellos, a diferencia de nosotros, que aguantamos todo y solo nos quejamos en lo oscurito, tuvieron el valor de unirse y de defenderse.

No sé usted, pero yo admiro a esos manifestantes y hasta los envidio. Creo que muchas situaciones de muchos gremios serían muy diferentes si sus elementos tuvieran la mitad de los pantalones de los profesores.

Que si muchas de las personas que se están manifestando no son maestros, que si están pagadas.

¡Perfecto! Díganme dónde son las contrataciones para mandar a varios de mis amigos que han sido víctimas de cambios en sus derechos laborales en los últimos años y que ahora están en sus casas deprimidos mirando la tele.

De algo les va a servir lo mucho o lo poco que les vayan a pagar.

¿Qué es lo que sigue en esta historia? Violencia. Si los maestros no negocian o no claudican, alguien les va a meter infiltrados para que aquello termine muy quemado o en un baño de sangre.

Por eso yo quiero pedirle tres favores. Uno, reflexione sobre cualquier cosa que vea o que le digan. Dos, señores profesores: tengan cuidado. Y tres, vamos a rescatar juntos la figura del maestro mexicano.

En este país hay grandes historias de extraordinarios profesores que merecen ser contadas.

Por favor escríbame la suya o la de algún maestro que usted conozca con sus datos de contacto en un máximo de 8 páginas y mándemela de aquí a dos semanas por correo electrónico a alvarocuevatv@gmail.com.

Esto no es un concurso, yo no soy una institución ni voy a donar las ganancias, pero le juro que voy a juntar las que a mi humilde opinión sean más admirables, las voy a llevar a una editorial y voy a luchar con todas mis fuerzas para que se publiquen en un libro.

Y si no lo consigo en papel, lo voy a hacer en digital. ¿Me ayuda? Participe. Pase la voz. Espero su historia ya.




Fuente: Milenio| Álvaro Cueva