viernes, 21 de junio de 2013

Los números de Pemex. Desigualdad fiscal. Ebrard emplaza a EPN. Milagros en el PAN

A parte de la terrible corrupción institucionalizada (con la casta dorada sindical y el binomio de políticos y técnicos encaramados en cargos directivos), Petróleos Mexicanos ha sufrido un largo debilitamiento a causa de una descomunal carga fiscal y del reducido apoyo para desarrollo científico y tecnológico.

‘‘Prácticamente 70 por ciento de las ventas totales de Pemex van a parar a las arcas de Hacienda (considerando a Pemex Exploración y Producción como el mayor contribuyente de las subsidiarias). En el caso de Petrobras, su carga fiscal es en promedio de 35 por ciento, una diferencia de 2 a 1 respecto de Pemex. Ninguna empresa pública o privada en el mundo puede sostenerse bajo un régimen fiscal como el que padece Pemex’’, apunta el consejero profesional de esta paraestatal, Fluvio César Ruiz Alarcón, quien en 2012 fue ratificado por el Senado para seis años más de ejercicio (http://bit.ly/10BCuwP ).

El doctor en economía del petróleo por la Universidad de París III explica: ‘‘A través del cobro de impuestos, derechos y aprovechamientos a Pemex, la Secretaría de Hacienda se apropió en 2012 de 107 litros por cada barril (de 159 litros) vendido’’. En los 12 años recientes, por esos mismos rubros, Pemex entregó a Hacienda ‘‘más de 7 billones de pesos’’.

La carga fiscal sobre ventas e ingresos totales en 2012 fue de 11 por ciento en Ecopetrol, de Colombia; de 19 en Statoil, de Noruega; 39.9 en PDVSA, de Venezuela, y de 67.4 por ciento en Pemex. El año pasado, por cada uno de los 2.55 millones de barriles diarios que produjo la empresa mexicana, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se quedó con ‘‘casi 70 dólares por barril’’, según se asienta en el estudio ‘‘Petróleos Mexicanos: evolución y perspectivas’’, que elaboró el citado consejero Ruiz Alarcón (http://bit.ly/14lQxnc ).

Tanta carga fiscal sobre Pemex contrasta con la laxitud respecto de empresas que obtienen enormes ganancias en México. América Móvil, la firma de telecomunicaciones cuyo principal accionista es Carlos Slim, paga respecto a ventas o ingresos totales 6 por ciento a Hacienda. Fomento Económico Mexicano (Femsa), el embotellador independiente más grande de Coca-Cola en el mundo (además de las tiendas Oxxo y una participación en Heineken), paga 3.3, Y Walmart de México nada más 2.3 por ciento. Contra –recuérdese el dato– 67.4 por ciento de Pemex.

Siempre conforme al estudio citado, la paraestatal mexicana está en el lugar 14 de las empresas petroleras del mundo, según sus ingresos, pero luego que se descuenta su pago de impuestos cae al 86. No es fortuito ese dato correspondiente a 2011, señala Ruiz Alarcón. En cambio, ‘‘ExxonMobil ocupa el lugar 2, Royal Dutch Shell el 4, Petrobras el 5 y Total el 9’’. Pemex, por lo demás, está en el lugar 13 de las compañías en América, conforme a sus ingresos. Y a escala mundial ha estado en 2009 en el sitio 31, en 2010 en el 64, en 2011 en el 49 y el año pasado en el 34.

Y, sin embargo, el Vendedor más Grande de Pemex, Enrique Peña Nieto (un tuitero lo bautizó como Og Peñino, aunque al nombre le agregó una consonanT que este tecleador no alcanzó a descifrar), pretende abrir la puerta para que inversionistas extranjeros (y algunos nacionales) se encarguen de las partes más sustanciosas del negocio petrolero, alegando lo mismo que las compañías foráneas alegaban en 1938 ante el gobierno cardenista: que los mexicanos no podrían por sí mismos encargarse de tan delicadas (y redituables) operaciones.

La jugada peñista largamente anunciada ha colocado en entredicho a la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática, que hasta ahora ha cumplido rigurosamente los compromisos hechos en el Pacto por México. La primera reacción de los jesuses dirigentes ha sido la de defender la tesis genérica de la modernización sin privatización, que es una manera ligeramente sesgada para justificar un sí a los planteamientos globales del peñismo, que más delante serían aterrizados en sus cláusulas verdaderamente privatizadoras en leyes secundarias y reglamentos.

En ese contexto, ayer Marcelo Ebrard presentó una solicitud formal de debate con Peña Nieto (el oficio fue recibido por Ricardo Moreno, de la secretaría particular, a las 15:09). Propone que sea el próximo martes 25, a las 20 horas, con ‘‘la cobertura de medios de comunicación de que dispone el gobierno de la República’’. Señala que el propio EPN fue al G-8 a anunciar lo que en México no había informado ni ha debatido. Por ello considera que debe darse el debate ya y no en ‘‘dos meses’’, a menos que el político priísta tema que ‘‘su partido pueda salir afectado por el periodo electoral inmediato’’.

En el PAN, los crudos pleitos por el dinero y los cargos ha llevado a la facción corderista-calderonista a ofrecer sus votos para impulsar una reforma energética ‘‘a fondo’’. En términos simplemente aritméticos, dicha reforma parecería en ruta de aprobación, pues el polo oficialista (PRI, Verde y el Panal recuperado) contaría con los sufragios en favor de las dos pandillas panistas en pugna, pues los gusmaderistas están en la misma línea de apoyo a las propuestas de Los Pinos.

En ese chapoteo panista ha sucedido que la senadora Gabriela Cuevas ha demostrado un apego casi budista respecto al dinero (su generosidad ya había sido demostrada cuando fue uno de los voluntariosos pagadores de la fianza en el desafuero de AMLO). Manos extrañas, que luego se sabría eran las de la cúpula corderista senatorial, le depositaron en su cuenta bancaria 430 mil pesos de los que ella ni cuenta se había dado. Cuando le reprocharon en Twitter haberse beneficiado de ese reparto que los anticorderistas aseguran sumó en total, entre veintitantos senadores, 16 millones de pesos, Cuevas repitió una frase peculiar: ‘‘Lamento tu enojo, pero prefiero dedicar mi tiempo a trabajar que estar pendiente todos los días de un saldo bancario”.

Y, mientras hoy el consejo social del Instituto Nacional de las Mujeres demanda que se declare la alerta de género en el estado de México, ¡feliz fin de semana, y veraneando!




Fuente: La Jornada | Julio Hernández López