Tal como lo hizo siendo candidato presidencial en 2012, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha ofrecido ahora su mano franca en un contexto incómodo. En aquella campaña grabó un espot en busca de recomponer su relación con el electorado, con el empresariado, con la sociedad en su conjunto, sobre todo a causa del plantón del Zócalo y Reforma (asumido así como error o agravio por el que había de pedirse perdón) y por su actitud política crispada, según relato hecho posteriormente por Luis Costa Bonino, responsable junto con Luis Mandoki de un intento propagandístico de rediseño de la imagen del tabasqueño.
Decidimos hacer una especie de pedido de disculpas, una propuesta de reconciliación con la sociedad mexicana, dirigido especialmente a los líderes de opinión de México, explicó el uruguayo especialista en lides electorales. Así fue que quedó la frase Ofrezco mi mano franca (este adjetivo fue añadido por AMLO, según Costa Bonino), en señal de reconciliación (http://bit.ly/1gUihEo).
Ayer, según reportó Alonso Urrutia en el portal de La Jornada, el tabasqueño repitió la fórmula martiana: ante la gravedad que significaría la privatización petrolera, y sólo si hubiera voluntad política del gobierno de Peña Nieto de promover una consulta sobre el tema, tiendo mi mano de manera franca. Así, López Obrador estaría dispuesto a reunirse y hablar con el gobierno federal. Una sesión así, sentados AMLO y EPN, serviría para definir los términos de la consulta y para incluir lo concerniente al paquete financiero y los nuevos impuestos.
La mano franca es una concesión al extremismo (es decir, al uso de una parte de las extremidades superiores) y está en la misma línea de lo solicitado el domingo en un mitin en la glorieta a Colón. Concede a Los Pinos el carácter formal de interlocutor y le extiende una carta de reconocimiento condicionado a que se concedan ciertos puntos de un pliego petitorio (el uso específico del término interlocutor conlleva el sentido de negociación y eventual avenencia). Podría estarse en presencia de una incorporación indirecta del factor Morena a una especie de adéndum extraoficial al Pacto por México.
Pero, en el fondo, más parece una maniobra de judo, mediante la cual el tabasqueño acepta o recibe la fuerza del adversario para tratar de colocarlo en desventaja. En este caso, AMLO tiende la mano franca (ya en otro acto de campaña usó las mismas palabras al buscar contacto con los zapatistas chiapanecos) al tiempo que va preparando las justificaciones para responsabilizar al rival de no aceptarla y, por tanto, generar las acciones de resistencia civil pacífica que llegasen a producirse.
Por otra parte, en un país sumido en una grave crisis política (y también económica, y social, y…), algunos de los beneficiarios y guardianes del sistema dominante se tropiezan por ofrecer al respetable público ciertos malabares de reformismo político. Ponen la mejor cara y ensayan la sonrisa más convincente para ofrecer sus productos de temporada, las iniciativas de modificaciones legales en materia política y electoral que no alcanzaron a ser procesadas en el marco del Pacto por México y por ello ahora son presentadas como una oferta, como una novedad, por Gustavo Madero y por Jesús Zambrano con la esperanza de que cuando menos quede constancia de que ellos algo trataron de hacer para cambiar aunque fuera las apariencias del negocio compartido de la falsa política representativa nacional.
Es el juego de las minucias intrascendentes, el gatopardismo sabido y asumido, la desesperada búsqueda desde los poderes partidistas cómplices (presuntamente opositores al PRI y el peñismo) de alguna fórmula prodigiosa que extienda la garantía varios años atrás caduca de un sistema político peligrosamente distanciado de la realidad y de la población. Ellos mismos, Madero y Zambrano, el PAN y el PRD, los partidos y sus prerrogativas, los legisladores y sus cámaras de privilegio, los presidentes municipales, los gobernadores y el ocupante en turno de Los Pinos, saben que la olla exprés necesita válvulas de escape, pero en sus enredos tragicómicos en las alturas hoy son incapaces de ofrecer conjuntamente algún espectáculo distractor: a EPN lo que le urge es lo económico y lo energético, votado lo cual ya estaría en ciertas condiciones de atender el asunto de la reforma electoral con la que pretenden chantajearlo los partidos de blanco y azul y el de negro y amarillo, sabedores de que lo que no les cumplan antes del parteaguas energético más difícil será sacarlo adelante después.
Los trucos esbozados tampoco despiertan alaridos de emoción. Chucho y Gustavo, por ejemplo, coinciden en la necesidad de que se cree un Instituto Nacional de Elecciones, que desde lo federal abarcaría los planos estatales y municipales, según eso para hacer que los desbordados gobernadores controlen los comicios desde sus comisiones o consejos locales. No hay en este planteamiento más que bisutería para entretenimiento. El Instituto Federal Electoral no ha podido ser convertido en una entidad respetable ni confiable sino todo lo contrario, mero botín a repartir entre los partidos, siempre dispuesto a través de su acomedido consejero presidente, Leonardo Valdés Zurita, y de la mayoría de los consejeros, a cumplir con el libreto que requiera el poderoso en turno, retorciendo leyes y reglamentos, habilitando discursos y pretextos, permitiendo que cada elección se convierta en reino implacable del dinero oscuro, del gasto público delictivo, de la transgresión de la legalidad y de la simulación generalizada.
Y, mientras los legisladores del PRD denuncian que los foros de debate sobre energéticos (opinas y te vas) no tienen un funcionamiento adecuado a los propósitos de equidad y buenos modales, y por ello se retiran aparatosamente de esas funciones de sabido desenlace favorable a los propósito peñistas (esto es una consideración peregrina del tecleador, no de los distinguidos perredistas que ni siquiera suponen que existen tales engaños programados), ¡hasta mañana!
Fuente: La Jornada| Julio Hernández López