miércoles, 4 de septiembre de 2013

Iluminar la noche. Llamado insurgente. CNTE: cúpula y bases. Excesos policiacos en el DF

¿Tramo final o inicial? Las negociaciones cupulares sostenidas por enviados del gobierno federal con algunos líderes seccionales del sindicalismo magisterial independiente culminaron ayer con ciertas emiendas al texto originalmente presentado por Enrique Peña Nieto y con una aparente instrucción cupular para que el movimiento de resistencia cumpliera de aquí al jueves con una especie de despedida militante, remitiendo los conflictos a las esferas estatales, particularmente en los casos de los dialogantes mandos correspondientes a las secciones 9 y 18 del SNTE (con sede en el Distrito Federal y Michoacán, respectivamente) y la de Oaxaca, la 22, que ha aportado las mayores dosis de experiencia y dureza en la confrontación política y la movilización (Gabino Cué y Miguel Ángel Osorio dialogaron ayer un par de ocasiones en la capital del país).

Pero las bases remontaron los acuerdos de élite y, desde el domingo en que decidieron a última hora zafarse del recorrido de entrega rumbo a Los Pinos y asumir riesgos de provocaciones, pero enfilarse hacia San Lázaro, se ha vivido una radicalización evidente que, sin embargo, hace grandes esfuerzos por no permitir que se instale una imagen de división interna entre las alas moderada y rebelde.

Ese rechazo a las ‘‘conquistas’’ casi clandestinas negociadas por sus dirigentes formales, llevó anoche a los profesores en mención a promover desde abajo una invitación a las afueras del Palacio de Bellas Artes para iluminar la noche de martes y luego, al pasar al siguiente día, declarar una insurgencia nacional que pretende instalar un paro de labores educativas en varias entidades y un abanico de acciones de resistencia civil enérgica.

El mayor filo guerrero es consecuencia natural del descarado engaño en que fueron mantenidos los representantes de los profesores de la CNTE durante las sesiones de presunto diálogo con directivos de las cámaras del Congreso de la Unión, y de la reveladora premura de diputados federales y senadores para aprobar bajo consigna las fases necesarias para sacar adelante la ley del servicio docente. En San Lázaro era tal la urgencia que la dominical sesión solemne de instalación del Congreso, que usualmente es la única de ese día, sirvió para citar a otra, casi inmediata, en la que con atropello se aprobó la citada ley, expeditamente enviada a su vez el lunes al Senado, donde arrebatadamente se expidió el dictamen positivo que ayer en la tarde habrían de conocer los senadores para emitir su voto conforme a la línea trazada por Los Pinos y su secretaría de acción legislativa: el Pacto por México.

De haberse cumplido los pasos conforme al itinerario programado –esta columna se escribió mientras el Senado sesionaba, y antes de que se realizara la marcha esclarecedora de los profesores y su posterior declaratoria insurgente–, Peña Nieto tendría cierto margen de benevolencia consigo mismo para suponer que podría viajar en paz rumbo a Rusia, donde se reuniría con los miembros del G-20, entre ellos el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cuya agencia de seguridad nacional ha sido denunciada en Brasil por espiar a la presidenta de ese país y a quien en esas fechas era candidato presidencial en México.

El viajero frecuente volaría hacia San Petersburgo a pesar de la violencia criminal ya instalada sin duda en niveles deplorables, la economía renqueante (la paridad cambiaria mostraba al dólar en significativa alza) y una parte de la sociedad mexicana en proceso de abierta insubordinación desde flancos sindicales (la CNTE) y otros segmentos sociales listos para participar en un mitin el próximo domingo que, mediante la convocatoria de AMLO y Morena, expresará repudio activo a otra de las tareas, la energética, del supuesto supertransformador de México en 120 días, el etéreo ejecutor del poder presidencial mexicano que no había podido hasta ayer sentar al embajador de Estados Unidos en México a escuchar el reproche burocrático por el espionaje antes mencionado; tan desdeñoso el diplomático imperial que en lugar de acudir físicamente al llamado de la cancillería prefirió emitir un cómodo comunicado de prensa en el que aseguró que todo marcha bien.

Energía, en todo caso, la que con cuantía abrumadora mostró el gobierno de la capital del país a la hora de contener la marcha dominical en la que grupos genéricamente denominados ‘‘anarquistas’’ mezclaron protesta genuina, incluso en términos violentos, con provocaciones montadas por grupos de poder económico y político. Volcando miles y miles de policías a las calles, para encajonar y casi inmovilizar las manifestaciones juvenil y magisterial, Miguel Ángel Mancera podría intentar la elaboración de un pragmático saldo optimista: no se repitieron en su gravedad los incidentes del primero de diciembre del año pasado.

Sin embargo, la restricción de libertades ciudadanas mediante el encimamiento policial tuvo también resultados carcelarios, pues 16 personas, la mayoría jóvenes –entre ellas cuatro periodistas–, fueron aprehendidas con exceso de fuerza, sin suficientes bases inculpatorias en la mayoría de los casos y, en uno de esos episodios, atrapando a los presuntos delincuentes dentro de vagones del Metro. Nueve de los detenidos fueron puestos en libertad bajo fianza ayer mismo y siete pasaron al Reclusorio Sur en espera de que fuesen pagadas sus respectivas cauciones o, cuando menos uno de ellos, sujeto a un proceso que no le permitirá la libertad inmediata.

Ese domingo se cometieron violaciones de diversos derechos y libertades en contra de ciudadanos en ejercicio legítimo de la disidencia política. En ese contexto, y con profesores tratando de llevar su protesta al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y con otros calderos sociales en pleno hervor, el lic. Peña Nieto deja el país para enterarse de los graves conflictos que vive Siria y de los arreglos bélicos de los principales de esos 20 coaligados mayores. ¿Tramo inicial o final? ¿Termina la revuelta magisterial o prende una etapa más combativa? ¡Hasta mañana!




Fuente: La Jornada| Julio Hernández López