El optimismo reformista de la actual administración federal se ha topado en el terreno de lo educativo con una resistencia regional (Guerrero, Oaxaca y Michoacán, sobre todo) que muestra la distancia enorme (y los riesgos de inviabilidad) de los proyectos modernizadores elaborados y aprobados desde la centralidad presuntamente modernizadora y la realidad ríspida, añosa, inmanejable en términos meramente estadísticos.
Peña Nieto se ha querido adjudicar en términos épicos la caída de una lideresa de papel, Elba Esther Gordillo, asentada en un endeble pedestal de corrupción y abusos, pero ello no significará el fin de los vicios acumulados en un sindicalismo oficialista que había sido invariablemente útil al sistema priísta hasta que la comisionada en turno entró en conflicto con su partido de origen, creó otro y pretendió convertirse en negociadora por sí misma frente al cesarismo restaurado. La reforma educativa y sus nuevos mecanismos de control y promociones devolverán los hilos del manejo laboral y político a las manos priístas, reintegrarán al inventario de tres colores las brigadas electorales de profesores, permitirán el ingreso de empresarios interesados en el negocio de la educación y abrirán las aulas a la presencia religiosa prometida por EPN a la cúpula vaticana que en reciprocidad le ha apoyado en momentos electorales y ahora en el ejercicio del poder.
Con un sindicalismo mayoritario maniatado y encomendado al gris sucesor de Gordillo, el jalisciense Juan Díaz de la Torre, la resistencia a la reforma educativa ha quedado en el campo de los movimientos regionales no alineados a los poderes públicos ni al PRI, específicamente a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y a la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (Ceteg). A pesar de que en varias ocasiones las manifestaciones de protesta han incluido actos delictivos, el gobierno peñista ha sostenido negociaciones mediante el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y en particular el subsecretario incrustado allí como cuña por el propio EPN, Luis Eduardo Miranda. Ahora las pláticas en busca de avenimiento han sido trasladadas ni más ni menos que a la mesa del Pacto por México, abiertamente convertida en una prolongación del ejercicio de gobierno, una especie de secretaría alterna de Gobernación que mediante el uso convalidatorio de membretes partidistas crea percepciones unitarias para que se deslicen sin problema los propósitos del jefe Peña Nieto.
Mañana, en la celebración tradicional del Día del Maestro, la fuerza de esos movimientos regionales habrá de manifestarse. Muchos de los profesores en lucha provienen de una realidad de miseria e injusticia que se mantiene en un ciclo negativo, pues tales condiciones generan atraso educativo y estancamiento social. Esos profesores saben que detrás de la fachada supuestamente amable de la reforma educativa no hay un proyecto de reivindicación social, sino de pragmatismo laboral y realineamiento político. Ya se verá adónde llega ese diferendo.
En el proceso de reconstrucción nostálgica del salinismo, Baja California vuelve a estar en la gaveta de los expedientes electorales con tufo a negociación. Allí arrancaron los entendimientos del PAN con Los Pinos a cargo de Carlos Salinas de Gortari para ceder posiciones de poder a la oposición derechista decidida a recibir posiciones ejecutivas a cambio de “legitimar de facto” a quien era acusado de haberse hecho de la Presidencia de la República mediante un fraude. La priísta Margarita Ortega Villa fue enviada en 1989 como candidata destinada a perder, frente al panista Ernesto Ruffo Appel, quien así abrió la puerta a la camada de gobernadores de blanco y azul provenientes no solamente ni en todos los casos de una votación popular favorable a la oposición y cansada del priísmo, sino específicamente de la voluntad presidencial que creaba las condiciones (candidatos priístas débiles, sin apoyo económico ni político desde el centro, por ejemplo) para que el PAN triunfara en lugares predeterminados.
La acelerada consolidación de Gustavo Madero como defensor y promotor de Enrique Peña Nieto y en especial del Pacto por México ha incrementado las versiones de que a cambio de esa apasionada entrega el panismo conservará la simbólica gubernatura de Baja California. No le será difícil a EPN reconocer una derrota de Fernando Castro Trenti, pues este candidato proviene del equipo de Manlio Fabio Beltrones y no goza del aprecio del Grupo Atlacomulco, que mucho hubiera peleado si el aspirante hubiese sido Jorge Hank Rhon, quien sintomáticamente se ha negado a dar un apoyo verdadero a Castro Trenti.
Montserrat Gali Flores ha comentado, a propósito de la columna relacionada con el movimiento #YoSoy132: “es cierto que la gente vuelve a tener miedo en el país y más ahora con la manera de resolver los problemas del ‘nuevo PRI’. La gente está harta, pero ya se manifestaron, ya se encueraron, ya se plantaron días en el Zócalo (claro movimientos serios, porque hay otros pagados) y nadie hace nada. Qué poder de convocatoria podría haber, con toda razón mencionada por usted, después del primero de diciembre de 2012 (...) Qué esperanza tienen esos jóvenes que están estudiando, si no hay empleos, y muchos al no tener cabida en la universidades públicas adquieren una deuda en ‘becas crédito’ que tienen que seguir pagando cuando salen, si sus padres no se las pagan completas; si la educación pública y privada está para llorar; si los sueldos son una miseria (menos para los políticos y algunos empresarios); si todo sube cada semana (los alimentos, los servicios malos y caros); si es que estás en el empleo formal has de pagar impuestos (que nadie te condona y hasta la cárcel vas a dar) y si ahora más que nunca los extranjeros ocupan puestos de trabajo en todos lados y hasta la posibilidad de comprar playas van a tener”.
Y, mientras el Popo muestra disminución de su actividad, ¡hasta mañana!
Fuente: La Jornada | Julio Hernández López