lunes, 18 de junio de 2012

Fusión Televisa-Iusacell, la burla


Tal como lo anticipé el pasado 6 de junio en mi artículo editorial de El Universal, la Comisión Federal de Competencia (Cofeco) resolvió autorizar, mediante Recurso de Reconsideración, la fusión Televisa-Iusacell, el más grande retroceso que se ha producido en el país en materia de competencia en el sector de la televisión abierta. Se produjo la resolución, exactamente con las características que describí en mi texto. Y lo pude hacer porque obtuve información de fuentes absolutamente confiables que me dieron cuenta de las groseras presiones que se configuraron sobre el órgano regulador, las ridículas condiciones que se les impondrían a las empresas fusionantes y la manera en que el mismísimo presidente de la República intervino para cerrar el acuerdo y luego viajar a la República de Chile mientras acá se desahogaba el trámite. Citó a los presidentes de la Cofetel y de Cofeco para amarrar y sincronizar que, al momento que la Comisión Federal de Telecomunicaciones aprobara lanzar una tercera cadena de televisión, la Comisión Federal de Competencia resolviera a favor de la concentración entre las empresas de Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego. Como una auténtica cortina de humo, en realidad, una burla.

Me resulta absurdo concebir que esta decisión esté motivada, a estas alturas de la contienda electoral, de un intercambio de favores en términos de cobertura mediática para la campaña panista o nuestra candidata presidencial. Hace mucho que las televisoras votaron por Enrique Peña Nieto, y desde entonces cuidan, protegen, salvaguardan su inversión, no obstante que atraviesen por el momento de mayor desprestigio público, por un creciente cuestionamiento social a su conducta parcial, manipuladora. Más bien creo que la resolución de la Cofeco está compuesta de varios ingredientes: en primerísimo lugar por la pusilanimidad de la mayoría de los comisionados de ese organismo, y en segundo, por el estricto interés presidencial de seguir granjeándose a la Televisión en la etapa final de su sexenio y en el inicio de su condición de ex presidente; como si Felipe Calderón no supiera de la capacidad de las televisoras para reciclar sus lealtades, al momento mismo en que la banda presidencial pasa de unas manos a otras.

La decisión de autorizar la fusión de Televisa y Iusacell es absurda, a contrapelo de la competencia, con varias y muy nocivas consecuencias. Me atrevería a decir que es un duro golpe a nuestra incipiente vida democrática y es absolutamente contraria a nuestra Constitución. Explico aquí mis razones y mi repudio a la medida, convocando desde ahora a luchar sin titubeos por revertirla.

No se trató de una decisión jurídica o técnica, se trató de una decisión política en donde no triunfaron los argumentos de las televisoras en términos del recurso de reconsideración, pues las mismas condiciones que la Cofeco había manifestado como existentes, en su fallo del 24 de enero, se mantienen hasta ahora. Nada ha cambiado, ambas empresas siguen siendo dominantes en el mercado de la televisión, son los principales depositarios en el mercado de la publicidad, así como los dominantes en el mercado de contenidos.

La decisión tomada por la Cofeco provoca un enorme daño a la sociedad mexicana en el mercado de contenidos y por supuesto en el de la información, en el de la comunicación, puesto que dos empresas, que dicen competir en la televisión, estarán ahora asociadas en un negocio principal que es el de la telefonía y el internet.

Lo que se ha asegurado con este fallo es que el duopolio pasa a ser un monopolio de la televisión para tener estrategias comunes, no solamente en cuanto a venta de publicidad, sino en la materia más importante que es la información.

Los hemos visto confabularse en más de una ocasión cuando sus intereses pretenden ser afectados; juntos han resistido la reforma constitucional electoral de 2007 y la legal de 2008; se ponen de acuerdo para boicotear con absoluto descaro decisiones gubernamentales, en medio del trámite para buscar la fusión de sus empresas en el negocio de la telefonía, tuvieron el mayor desplante retador frente a la democracia cuando decidieron sofocar el primer debate presidencial, mientras TV Azteca prefirió transmitir un partido de futbol en su canal estelar, Televisa presentó en el canal 2 un programa de baile. Los vimos cómo sacaron publicitariamente a varios competidores de sus pantallas; cómo coinciden en boicotear actores políticos, apoyar ciertas candidaturas.

Esta decisión es una afrenta en términos de la política de competencia del Estado mexicano. El artículo 28 Constitucional establece: “En los Estados Unidos Mexicanos quedan prohibidos los monopolios, las prácticas monopólicas […] El Estado, sujetándose a las leyes, podrá en casos de interés general, concesionar la prestación de servicios públicos o la explotación, uso y aprovechamiento de bienes de dominio de la Federación, salvo las excepciones que las modalidades y condiciones que aseguren la eficacia de la prestación de los servicios y la utilización social de los bienes, y evitarán fenómenos de concentración que contraríen el interés público”.

La Cofeco explicó en un boletín que la autorización está vinculada al cumplimiento de ciertas condiciones; en realidad ahí está la mayor burla puesto que se dejaron fuera las que realmente eran necesarias, como son la desincorporación de algunos canales de TV por parte de las dos empresas, así como la retransmisión gratuita de las señales abiertas en los sistemas restringidos de televisión (satelital o cable).

La mayor condición de la que se ufana la Comisión Federal de Competencia es haber logrado que se licite una tercera cadena de TV por parte de Cofetel, y que a ello no se oponga Televisa ni TV Azteca. Ahora resulta que para poder tener más canales de televisión era necesario convertir al duopolio en monopolio. A ver quién le compite, a ver quién le invierte a una tercera cadena de TV frente al monstruo que acaban de crear, pues con esto se conforma la concentración de medios de TV abierta más grande del mundo.

Es importante explicar que cuando señalo la obligación de retransmisión de señales abiertas en sistemas restringidos, conocido como must carry, la coloco como una de las medidas más importantes adjuntas para el lanzamiento de una tercera cadena de televisión, pues nada garantiza que dicha cadena será retransmitida en los sistemas de televisión restringida de Televisa y Azteca (Sky, Cablevisión, Cablemás, Totalplay, etc.), mismos que concentran a más del 50 por ciento de los suscriptores a nivel nacional.

Pero además, con el acuerdo de multiprogramación aprobado por la Cofetel –que no multiplexeo–, cuando sobrevenga el apagón analógico tanto Televisa como TV Azteca podrán transmitir 20 y 15 canales adicionales respectivamente, toda vez que se les mantiene un ancho de 6 Mhz. Si a la nueva cadena de televisión abierta se le concesionan los mismos 6 mega hertz, tendrá sólo 5 canales para competir contra los 35 que sumarían el duopolio, pero ya convertido en monopolio.

Como también lo ha señalado la empresa Dish, “Televisa y Azteca están verticalmente integrados en el mercado de contenidos. De esta forma, la concentración generará incentivos para la denegación de contenidos a la nueva cadena de televisión abierta. Así, la tercera cadena tendrá también que crear sus propios contenidos”.

“El mercado de publicidad, de donde las cadenas televisivas obtienen sus ingresos, actualmente está dado. De esta forma, este mercado tendría que crecer para que pudiera ser rentable ser concesionario de una tercera cadena de televisión. Sobre todo, si consideramos que actualmente ese mercado de publicidad sólo se divide en 7 canales y, con el apagón analógico, tendrá que dividirse entre 40 canales diferentes”.

“Los ingresos por publicidad son directamente proporcionales al rating de cada canal. De esta forma, la publicidad continuará cautiva de Televisa o TV Azteca en tanto la nueva cadena de televisión abierta no logre alcanzar niveles de audiencia comparables. Así, se corre el riesgo de que esta cadena de televisión no logre subsistir en el mercado por falta de ingresos”.

Estamos ante una auténtica regresión. Al aprobar esta fusión, la Cofeco se liquida en su visión fundamental, se derrumba en su objeto esencial que es fomentar la competencia y promover las sanciones a las prácticas anticompetitivas.

En el artículo para El Universal que he citado párrafos arriba, expuse que al condicionarse mínimamente la autorización “se trata de barnizar uno de los mayores despropósitos en la política de competencia, exactamente en sentido contrario al reclamo social por democratizar, diversificar y ampliar la oferta comunicacional en nuestro país. Mientras miles de jóvenes estudiantes del movimiento #YoSoy132 salen a las calles a protestar contra el duopolio de la Televisión, la respuesta del gobierno es empoderarlo más, concederle mayores privilegios, reforzar su concentración insolente, y provocar a los jóvenes de una manera irresponsable, porque se les está enviando un mensaje durísimo: nada valen sus exigencias. Que el gobierno no se sorprenda después, de que los jóvenes lancen convertida en piedra, la voz de su exigencia brutalmente ignorada”.

Sostengo mi dicho, y deploro esta vergonzosa decisión.

Javier Corral Jurado

Fuente: Vanguardia