domingo, 3 de junio de 2012

Clama por ayuda gringo rarámuri

Mickey Mahaffey advierte que los rarámuris sufren aún la secuela de la sequía extrema

La primera vez que Mickey Mahaffey visitó las Barrancas del Cobre fue durante un largo viaje a pie que emprendió desde Hendersonville, en Asheville, Carolina del Norte.

Era 1997, tenía 44 años y llevaba poco más de un lustro recorriendo Estados Unidos y Canadá, aislado de su familia y amigos, acampando en los bosques y durmiendo en las calles cargando sólo una mochila.

El dolor provocado por la artritis hizo que Mahaffey decidiera darle un cambio radical a su vida: dejar la búsqueda del sueño americano y estar en contacto con la naturaleza, lo que años después, en la Sierra Tarahumara, se traduciría en vivir para servir a los demás.


Su plan era recorrer a pie las playas del Océano Pacífico y sanar. En Chihuahua llegó a Creel donde se le atravesaron las Barrancas del Cobre y los rarámuris.

Maravillado por el paisaje, Mahaffey decidió quedarse unos días a conocer la sierra.

En Batopilas se despojó de su exceso de equipaje y se dirigió en shorts y sandalias a Urique; sólo llevaba un poncho que lo protegería ante una eventual llovizna.

Una tormenta y después la nieve lo tomaron desprevenido. El camino se borró y quedó perdido. Entonces vio una pequeña choza habitada por una pareja que le dio cobijo.

"En ese momento me enamoré de los tarahumaras. Me fascinaron porque yo había vivido de nada por varios años, y cuando los conocí, y vi que también vivían sin nada, sentí como si fuera un matrimonio hecho en el cielo", advierte Mahaffey, hoy de 59 años.

Desde entonces pasa en Urique al menos seis meses cada año.

Comida y carreras

Mahaffey trabaja desde hace dos años en mantener la tradición de las carreras que duran más de dos días.

Fue a través de las carreras como Mahaffey se dio cuenta de la hambruna que hoy viven los indígenas.

"En enero organicé nuestra carrera anual, la carrera de bola. Pensamos que vendrían unos 100 -como de costumbre- y vinieron más de 500 porque sabían que íbamos a tener comida. Fue ahí cuando me di cuenta qué tan extensa era la hambruna. Algunos no pudieron correr porque estaban muy débiles.

"Les dimos comida por tres días, cobijas y 5 toneladas de despensas que nos habían sido donadas. Todos los tarahumaras que vinieron a Urique tuvieron comida, a los corredores se les dio aún más", dice.

También llegaron más rarámuris de lo normal al Ultramaratón Caballo Blanco, de 80 kilómetros, que se realiza en marzo y en el que participan tarahumaras, mexicanos no indígenas y extranjeros.

Alrededor de 400 rarámuris y sus familias -aproximadamente mil indígenas en total- se presentaron a la competencia. El primer lugar gana 20 costales de maíz, suficientes para que una familia pueda sobrevivir un año. A los tarahumaras que logran terminar la carrera, se les apoya con costales de 5 kilos.

La campeona del Ultramaratón, Beatriz Méndez, originaria de Irapuato, donó sus 20 costales de maíz a una familia tarahumara, algo que acostumbran hacer los ganadores no indígenas.

"Estamos pidiendo a la gente de la Ciudad de México a ayudarnos a llevar despensas especialmente ahorita porque necesitan la fuerza para sembrar y trabajar en las milpas", afirma Mahaffey, quien abrió en HSBC la cuenta 4049875388, clabe: 021180040498753886, a nombre de ActivArte A.C. para recibir donaciones.

Su nuevo reto, el Proyecto Kórima, implica llevar alimentos a la sierra en mayo para que ellos tengan fuerzas para sembrar, pero también la organización de las carreras y la elaboración de un libro y dos documentales que puedan difundir las tradiciones de los tarahumaras.




Fuente: Reforma