Como el resto de las fuerzas que se opusieron activamente al proceso de reinstalación del priísmo en el poder, el movimiento #YoSoy132 pasa por una etapa de imprecisión y decaimiento que tuvo gráfica evidencia el sábado recién pasado, a la hora de conmemorar el primer aniversario del viernes negro de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana y el consecuente inicio de una movilización juvenil crítica que parecía destinada a lograr reivindicaciones inmediatas y una presencia política organizada, eficaz y sostenida.
Sin la capacidad de convocatoria del pasado tan reciente ni la insólita movilidad plural del arranque, el movimiento de inclusión denominado 132 parecería reinstalado en su fase 131, es decir, en la protesta como reacción (y aún no como verdadera organización) y en la expectativa de crecimiento. Es una forma de retroceso derivada del involutivo proceso político general del país, de la apatía generalizada ante el retorno de las peores prácticas del peor priísmo, de la provocación y el aviso represor del uno de diciembre, de la insuficiencia y el desgaste del lopezobradorismo al decidir convertirse en partido y del abatimiento de la oposición formal mediante un pacto de mercantilización partidista.
Y sin embargo, el movimiento de jóvenes que se manifestó el sábado anterior conserva la gran posibilidad de restituir su capacidad combativa, porque las causas que le dieron origen continúan vigentes (aunque el sistema, tramposo trata de aparentar que atiende algunas de sus demandas, como las relacionadas con las telecomunicaciones) y porque, habiendo sido impactado negativamente por las maniobras de candidatos, políticos y partidos, constituye hoy una posibilidad casi única de relanzamiento de formas de lucha diferentes, no domesticadas ni obsesivamente electorales, partícipes de momentos cruciales como los venideros en materia de reformas fiscales y energéticas pero sin confiar ni entregarse al esquema institucionalizado de representación política.
Justamente el día del aniversario del 132, realizado con espíritu festivo en el símbolo de la corrupción calderonista que es la Estela de Luz, los jóvenes que centraron su lucha esperanzadora de 2012 en el rechazo al poder manipulador de las televisoras, sobre todo Televisa, y a la imposición política mediante farsas electorales, se encontraron con que la administración peñista había hecho un especial regalo a la empresa cuyo principal accionista es Emilio Azcárraga Jean: Grupo Televisa logró que el Servicio de Administración Tributaria (SAT) le condonara un crédito fiscal cercano a 3 mil 334 millones de pesos. La televisora debió pagar 10 por ciento de esa deuda y desistirse de un juicio de nulidad que promovió contra el fisco desde 2011, para acogerse a los beneficios, reportó a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) (http://bit.ly/17W9pM9).
Apegada a la legalidad construida para permitir ese tipo de maniobras (como la venta de Banamex sin pago alguno de impuestos), la condonación a Televisa arroja un tufo de pago por favores recibidos, de devolución gananciosa de lo invertido por la empresa mediática en la construcción de una candidatura y en el aval en pantalla a los métodos usados para la compra electoral del poder, de continuidad impúdica de los arreglos políticos y económicos que permiten a las grandes empresas del país encontrar caminos para guardarse o recibir devoluciones de dinero que debería ingresar a las arcas públicas para obras y servicios públicos pero que, en cambio, se quedan en cuentas particulares.
Salta a la vista la incongruencia de los presuntos propósitos asistenciales de Televisa como principal impulsora del Teletón con sus triunfos fiscales. Muchos niños mexicanos con problemas de salud podrían ser atendidos por el Estado con la suma finalmente escamoteada por la empresa televisiva. La Cruzada contra el Hambre dejaría de ser una suma escenográfica de recursos públicos ya existentes si contara, por ejemplo, con esos miles de millones recuperados por la firma cuyo canal más influyente es el de las estrellas.
En ese mismo contexto de conmemoración peñista fue nombrado el director del Instituto Mexicano de la Juventud. La secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, tomó protesta a José Manuel Romero Coello, político priísta de Colima que este año ha sido acusado de tráfico de influencias y violaciones a los derechos humanos (http://bit.ly/19gx5cS). El perfil del tipo de joven que el peñismo ha seleccionado para encargarse del instituto mencionado incluye señalamientos de organización e impulso de grupos de choque para enfrentar a opositores al actual ocupante de Los Pinos y a su partido, que en momentos de arrebato lírico es llamado el nuevo PRI.
Madres de desaparecidos en años recientes decidieron instalarse en huelga de hambre frente al edificio central de la Procuraduría General de la República, en Paseo de la Reforma, para exigir que sean atendidos los casos que han presentado en diversas instancias, sin que hasta ahora hayan recibido más que eventuales respuestas burocratizadas. Ocho madres de familia y dos hombres representan con su sacrificio a una creciente comunidad de mexicanos que, de distintas maneras, han sido tomados sin explicación jurídica ni acción gubernamental que investigue y resuelva esos expedientes oscuros. El horror del calderonismo en guerra y el nuevo estilo priísta, con números similares a los del panismo, pero con silenciador mediático, mantienen el expediente abierto de las desapariciones involuntarias.
Y, mientras en una lujosa zona de Zapopan, Jalisco, la Marina irrumpió en un edificio de departamentos (con disparos, presencia de personal forense y la versión de que había caído un alto jefe narco), al estilo que a EU le gustaba durante el calderonismo, como si la visita de Obama a México hubiera restituido formas de trabajo a satisfacción gringa (además, sin que dos días después hubiera una sola información oficial de lo sucedido), ¡hasta mañana!
Fuente: La Jornada | Julio Hernández López