Es un suspenso menor. No la develación de una imagen insospechada sino la confirmación de los trazos sabidos. Las grandes líneas ya se conocen y el mayor interés del momento descansa en confirmar poderíos de las facciones mediante el análisis de cuotas y perfiles. Es un gabinete predictible en cuanto a tendencias y predominios, con el salinismo ganando puestos estratégicos (el vicepresidente Luis Videgaray, dependiente de Pedro Aspe), el cártel de gobernadores cobrando favores e inversiones (Miguel Ángel Osorio Chong y Jesús Murillo Karam, en primer lugar) y tejiendo desde ahora rumbo al 2018, el grupo del estado de México tratando de sostenerse como eje (Emilio Chuayffet explorando las posibilidades de ir a la SEP para reanudar hostilidades contra Elba Esther Gordillo; Luis Miranda buscando ir a la subsecretaría del interior que se encargará de la gendarmería y del espionaje político) y el magno poder de Televisa y la élite empresarial como entes rectores que ni siquiera necesitan poner personeros explícitos (más que uno, en lo alto).
No hay gran emoción porque no se está en la apertura de un proceso anchuroso y promisorio. sino en la gélida determinación de cuotas, en la instalación de operarios de maquinaciones más que anunciadas. Son reacomodos, más que nuevos programas. Los factores de poder que contribuyeron a la instalación del peñanietismo toman posiciones para cumplir su itinerario sexenal, en el marco de un sistema político cada vez más distante de los intereses de la comunidad pero, al mismo tiempo, más eficaz en cuanto a la simulación representativa y la promoción del desánimo cívico.
La estructura militar y policiaca que brindó a Felipe Calderón los servicios de represión en materia de criminalidad organizada y de contención política y social mantiene un talante similar con Peña Nieto dado que, aun siendo distintos los métodos de apropiación del poder que utilizaron el panista y el priísta, la oposición al mexiquense sigue viva y requiere de la aparatosidad preventiva que ya ha rodeado con vallas y otros mecanismos disuasorios los alrededores del inmueble que es sede de la Cámara de Diputados y lo será este 1º próximo también de la de senadores; además, durante seis días se mantendrán cerradas algunas estaciones del Metro y del Metrobús en las inmediaciones de San Lázaro.
Peña Nieto se cuidará con la misma vocación de blindaje que Calderón contra esas manifestaciones más las amenazas del narcotráfico. El mexiquense necesita protegerse al extremo de las acechanzas internas, de las turbulencias que va provocando su plan en curso de restauración del viejo estilo de entendimientos extraoficiales con los grupos de delincuencia organizada y de las protestas cívicas que le persiguen, aun a pesar de que los conductos para esa disidencia sean poco propicios, lentos y disolventes: ahora Morena-AMLO convocó a protestar en el Ángel de la Independencia y no en la Plaza de la Constitución que le cedió a Peña Nieto, quien llegará después de San Lázaro a Palacio Nacional a regodearse entre invitados especiales y a pronunciar su discurso inaugural sin tantos gritos ni presiones en el exterior.
Otro ejemplo de reacomodo: de manera silenciosa, sin escándalos ni grandes reflectores, José Francisco Robles Ortega va definiendo nuevos escenarios de poder en la cúpula de la Iglesia católica de México. Del cardenalato de Monterrey pasó al de Guadalajara, supliendo al estridente y rupestre Juan Sandoval Íñiguez. Llegado a la capital de Jalisco en diciembre de 2011, el 14 de noviembre de este año fue elegido presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, cargo que durante 30 años había sido ocupado por obispos y no por un jerarca distinguido con el color púrpura.
La predilección del Vaticano por el cardenal Robles Ortega ha quedado de manifiesto sin duda alguna: en octubre, Benedicto XVI lo designó uno de los tres presidentes delegados de la 13 asamblea ordinaria del sínodo de obispos que durante tres semanas se realizó en lo que se denomina la Santa Sede, con participación de representantes de los cinco continentes. De Roma también le acaba de llegar un notable regalo conmemorativo: el 24 de noviembre de 2007 fue declarado cardenal y cinco años después le han nombrado miembro del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales del Vaticano. Robles Ortega está desplazando a Norberto Rivera del primer plano eclesiástico y político. El cardenal nacido en Mascota, Jalisco, fortalece la corriente más conservadora de la Iglesia católica mexicana y embona con el peñanietismo y el PRI mexiquense en general, entre otras cosas, y no sólo por eso, porque fue obispo adjunto y luego obispo durante 11 años en Toluca.
Astillas
La final del torneo profesional de futbol mexicano estará teñida de política. Toluca es uno de los equipos finalistas y eso abre las puertas al protagonismo del mexiquense que, a la hora del partido definitorio, ya estará instalado en Los Pinos. De coronarse el equipo que juega en el estadio conocido como La Bombonera, Enrique Peña Nieto tratará de aprovechar la euforia localista para mostrarse a nivel nacional como figura inmersa en lo popular. El orgullo toluquense también podrá explotarse desde el plano federal el 13 del próximo mes, cuando se celebre el bicentenario de la creación del ayuntamiento de la entonces Villa de Toluca.
Toluca dejó en el camino (ironías de la patada) al América, propiedad del consorcio televisivo que ha sido fundamental en la construcción del peñanietismo. A la hora de cerrar esta columna no se conocía el nombre del otro finalista, pero será Xoloizcuintles de Tijuana, propiedad del peñanietista Jorge Hank Rhon, quien quiere ser gobernador de Baja California y en caso de dar un título a sus paisanos mucho avanzará en ese propósito, o León, el equipo en el que ahora ha invertido recursos Carlos Slim y cuya presencia significa un golpe al control de Televisa y Televisión Azteca en la transmisión de partidos de balompié por televisión abierta. ¡Hasta mañana!
Fuente: La Jornada