domingo, 21 de octubre de 2012

A pura mano alzada

Cada una de las 36 secciones del Sindicato petrolero movilizó a sus contingentes en decenas autobuses

Al viejo estilo del sindicalismo priista --el del reparto de playeras, gorras, trompetas, lonches y acarreo--, fue amenizada la 25 Convención Ordinaria del gremio petrolero, donde Carlos Romero Deschamps fue reelecto a mano alzada como dirigente nacional.

Un grupo de música tropical fue contratado para animar a los más de 3 mil petroleros que se dieron cita a las afueras de la sede del sindicato para echar vivas y porras a su líder máximo.

Cada una de las 36 secciones movilizó a sus contingentes en decenas autobuses procedentes de Tabasco, Veracruz, Campeche, Hidalgo, Tamaulipas, Estado de México, Puebla, entre otras entidades.

"Cabe hacer mención que en las afueras del recinto sindical, ubicado en la calle de Zaragoza 15, Colonia Tabacalera, de la Ciudad de México, más de cinco mil de trabajadores petroleros, provenientes de diferentes ciudades del País, acudieron voluntariamente para manifestar con júbilo, mantas y porras su total apoyo a su líder Romero Deschamps", presumió el sindicato en un comunicado.

A su arribo, los petroleros fueron dotados de botargas, globos, máscaras, fotos de Romero Deschamps, mantas y matracas.

Las batucadas también complementaron el jolgorio.

Sobre la calle Zaragoza, en la Colonia Guerrero, instalaron un templete y decenas de gradas.

"Te necesitamos por siempre al frente el STPRM", decía una manta colocada frente al edificio del sindicato.

"A ver, una porra, que se escuche fuerte: ¡una, dos, tres, chiquitibum a la bim bom, bam, Carlos, Carlos, ra, ra, raaa!", se escuchaba cada rato en la calle, que fue cerrada al tránsito de las 7:00 a las 16:00 horas.

Una tras otra, las porras fueron incontables. Las consignas eran acompañadas por el redoble de tamboras.

Presta la playera

Los petroleros lucieron sus nuevas gorras y playeras que decían "Carlos Romero Deschamps, contigo al frente". 

Pero en el reparto no todos quedaron conformes. "Hey, hey, dame una playera", exigía un petrolero de Veracruz.

"Ya tienes. Ya te di", respondía el que cargaba un costal repleto de las prendas.

Enseguida, un remolino de gente le quitó todas las playeras blancas y rojas con los logos del STPRM y la foto del dirigente sindical. 

"¡Presta, presta!", le gritaban mientras le arrebataban.

Otros se la tomaron con calma. Atrás del templete donde estaba el grupo musical, salieron a relucir el alcohol, que le puso más sabor al festejo petrolero.

Bailaron salsa, cumbia y el son que les tocara el grupo musical, que también aventó porras al senador priista y dirigente del gremio.

"Son las 10 de la mañana y ya andas hasta atrás, ¡qué bárbaro!", exclamó el operador del sonido musical a un petrolero que tenía dificultades para mantenerse en pie.

El calvo con sobrepeso, el del chícharo colocado en el oído para comunicarse con el resto de su equipo, era el bueno.

Organizó las vallas de acarreados y puso a su gente en alerta para abrir paso cuando Romero Deschamps llegó frente a la multitud.

"Quítame a esa gente de la entrada. No te que quedes ahí parado, hay que reforzar la salida. Vete para allá", ordenaba el tipo corpulento a sus subalternos, entre el escándalo de porras, matracas y tambores.

'Venimos desde Tabasco'

De corbata roja, traje gris y un lábaro patrio en la solapa salió el senador priista, quien saludó a sus bases entre el tumulto.

El líder sólo repartió unos cuantos apretones de manos y escuetas sonrisas.

Su equipo de seguridad empujó a la multitud para abrirle paso y evitar que la gente se le fuera encima.

"¡Carlos, amigo, los petroleros están contigo!", "¡Carlos, Carlos, Carlos!", "¡Se ve se siente, Carlos está presente!", gritaban los petroleros a su dirigente nacional. 

"¡Carlos, venimos desde Tabasco. No olvides que allá te queremos!", le gritó una mujer.

El líder petrolero agradeció el elogio con un saludo a mano alzada.

"¡A un lado, abran paso, por favor, a un lado!", gritaba desesperado uno de los encargado de seguridad.

Durante el desahogo de la convención ordinaria la sede sindical se convirtió en una coraza.

Los accesos fueron controlados con mecates, cuyas puntas estuvieron tomadas por hombres de traje, que sirvieron de filtros para evitar el paso a los colados.

Ver de cerca a su líder fue lo mejor del día para los petroleros que hicieron el viaje al Distrito Federal.




Fuente: Reforma