martes, 3 de septiembre de 2013

Mensaje de campaña. Informe escamoteado. Ligereza ante espionaje. Aureoles, traiciones

Como discurso de campaña (aspiraciones, promesas) podría recibir una benévola aprobación lo que ayer presentó Enrique Peña Nieto a título de resumen de lo hecho en su primer tramo oficial de ejercicio gubernamental. El discutible voluntarismo transformador y el optimismo nuevemesino carecen de sustento en los hechos, a no ser por la serie de enmiendas cupulares procesadas a través del corporativismo tripartidista denominado Pacto por México. A pesar de la imposición de ciertas nuevas reglas formales para la conducción de los asuntos públicos, el saldo del peñismo es notablemente deficitario, apenas defendible mediante las tretas propagandísticas con las que resplandece la misma Peñalandia ayer tan exaltada en el mensaje político en casa (Los Pinos) que el ex gobernador del estado de México ofreció a falta de prendas concretas.

La distancia creciente entre esa clase gobernante y las aspiraciones populares puede ser medida por el volumen de anuncios televisivos en favor de reformas y políticas peñistas que si tan buenas fueran no necesitarían de promoción engañosa, pero también, y de manera especial, particularmente denotativa, por la cuantía de los recursos policiacos y militares que los poderes más impugnados, el ejecutivo y el legislativo, requieren para poder funcionar con evidentemente falsas pretensiones de normalidad. El ocupante del ejecutivo y los congresistas están cumpliendo con sus guiones impopulares en medio de enormes aparatos de protección, tras vallas múltiples de miembros de fuerzas armadas civiles y militares, incapaces de tomar contacto libre y abierto con las masas a las que supuestamente representan y a cuyo interés supremo se dice que están sirviendo.

En un escenario de progresiva tensión social tiene efectos negativos la palabrería sin respaldo utilizada en informes o mensajes escamoteados como el de Peña Nieto. Nótese cómo se ha birlado a los ciudadanos el análisis del informe concreto de labores de quien está instalado en Los Pinos: el texto fue entregado el domingo, pero fue embargado informativamente, y hasta ayer a media tarde no era conocido más que el material de sintético corte propagandístico, dejando para más delante, cuando otros temas hayan desplazado al del informe, la difusión específica del texto exacto. Es decir, se ha construido la percepción pública de lo realizado en el primer tramo de EPN a partir de pura propaganda, de resúmenes de autoelogio, posponiendo el análisis frío y puntual para ocasión inmediata pero con menor o casi diluido impacto masivo. En esas condiciones resulta impropio (en realidad, irritante) anunciar paraísos por venir en lugar de informar con precisión de lo puntualmente hecho.

No ha tardado la llegada del tema que releve al del informe. En Brasil se dio a conocer el espionaje realizado por órganos estadunidenses a la presidenta de Brasil y al mexicano Peña Nieto, cuando menos en su etapa previa a la toma del poder. Al igual que en el país sudamericano, acá se convocó al embajador del país históricamente intervencionista para que explique lo sucedido. Pero la presidenta Dilma Rousseff reunió de emergencia y en dos sesiones a miembros de su gabinete para definir posturas y analizar las consecuencias de ese acto de hostilidad extranjera. Allá, ayer mismo concurrió durante media hora el representante de la potencia norteña, Thomas Shannon, para dar a la cancillería brasileña ciertas explicaciones. Acá se está en espera de lo que decida Anthony Wayne, un diplomático muy diligente para responder positivamente a cuanta invitación se le hace para otros actos de corte político en México.

En proceso de definición también se mantiene el expediente de los maestros en protesta. Con una diligencia delatora el Senado se apresta a aprobar, igualmente al vapor, la ley del servicio docente que la cámara de diputados ya había votado positivamente el domingo por la noche en inusual sesión inmediatamente posterior a la instalación de las sesiones del congreso. La CNTE, entre fuertes discusiones internas, con el fantasma de ciertas negociaciones de algunos líderes con representantes gubernamentales, precisará sus acciones futuras mañana, en una marcha que puede ser de despedida o de nuevo arranque.

Astillas

El coordinador de los diputados federales del PRD, Silvano Aureoles, debería intentar el registro de una modalidad de presión en el ejercicio periodístico. Primero pretendió inhibir la continuidad de publicaciones en las que algunos de sus propios compañeros le acusaban de estar comprometido con la aprobación de iniciativas de especial interés para el peñismo, como la relacionada con el servicio docente. Dado que no pudo conocer la identidad de tres de quienes así le señalaban, pues se topó con la defensa irrestricta del secreto profesional periodístico, en reunión con legisladores de su partido asentó una especie tendenciosa, al asegurar que ya conocía esos nombres, aunque no los revelaría para no agrandar el problema. Pero, según versión de otros de esos pajaritos con fuero, deslizó una frase de peculiar advertencia: a poco creen que los reporteros no nos dicen los nombres de quienes dan información supuestamente de manera confidencial. Aureoles se sostiene de manera precaria en la conducción de la bancada del sol azteca en San Lázaro, la misma que ha sido tachada de traidora por los dirigentes de la CNTE que vieron cumplirse los vaticinios de que los diputados perredistas acabarían cediendo paso a la presión gubernamental para aprobar al vapor la ley del servicio docente. Quedando bien con poderes como el de Los Pinos, pero también con los televisivos (será importante ver el papel que jugará en el tema de las telecomunicaciones, deseoso del apoyo de Televisión Azteca y Televisa), Aureoles tiene la vista puesta en la siguiente elección michoacana de gobernador…

Y, mientras la realidad supera a la ficción, con caballos policiacos desbocados en las mismas inmediaciones del San Lázaro-Jumanji tan cuidadosamente vigilado en función de bípedos protestantes, ¡hasta mañana!




Fuente: La Jornada| Julio Hernández López