jueves, 10 de enero de 2013

EPN sale airoso. Del dicho al hecho... Morena y sus finanzas

Enrique Peña Nieto ha salvado con éxito la aduana discursiva y procesal correspondiente a lo que se ha llamado ley de víctimas. A diferencia de Felipe Calderón, quien a última hora se echó para atrás del compromiso que había sellado con Javier Sicilia, el priísta que ha llegado a Los Pinos desanudó las trabas jurídicas puestas por su antecesor y ayer, luego que el texto de referencia había sido publicado en el Diario Oficial de la Federación, encabezó una ceremonia de firma de esas nuevas normas, ante un Javier Sicilia que no le regateó reconocimiento ni agradecimiento.

El aparente final feliz de una iniciativa paradójica (el Estado mexicano instaurando reglas para atender a los damnificados de la incapacidad institucional de brindar seguridad pública y procurar justicia verdadera) tiene, sin embargo, aristas delicadas que podrían terminar en una simulación más, hoy aplaudida con tanto entusiasmo por la nomenclatura priísta históricamente adversa al respeto a los derechos humanos y por el segmento de activistas encabezados por el siempre desconcertante poeta Sicilia.

El punto central radica ni más ni menos que en los recursos económicos y en la conformación de una estructura burocrática de atención a las víctimas. Fue justamente allí donde Calderón se detuvo y metió reversa, a pesar de que había sido él quien había exigido que la mencionada ley fuera ejemplar a nivel internacional, para lo cual solicitó, de común acuerdo con el grupo de Sicilia, la asesoría de especialistas pertenecientes al Instituto Nacional de Ciencias Penales. Dada la gran cantidad de mexicanos que pueden legítimamente caracterizarse como víctimas susceptibles de atención profesional y de eventuales pagos, el fondo gubernamental correspondiente sería ridículamente ínfimo, además de que podría concitar una enorme voracidad litigante en busca de que daños reales o inventados fueran resarcidos económicamente.

También generó reticencia en el calderonismo la conformación del aparato de nuevos servidores públicos que atenderían los casos individuales, no sólo por el gasto que significaría sino, también, por el perfil de las contrataciones a realizar. Desde un principio se pensó que la conducción de esa nueva estructura federal de atención a víctimas podría ser encargada a Emilio Álvarez Icaza Longoria, pero el ex ombudsman capitalino ya ocupa la secretaría ejecutiva de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, o a Julio Hernández Barros, reconocido abogado que primero por razones familiares (está casado con una hermana de Sicilia y asistió de manera profesional al poeta en las primeras diligencias relacionadas con el asesinato de su hijo) y luego por convicción ha acompañado el proceso de lucha del Movimiento por la Paz y la Justicia con Dignidad.

Por esas y otras razones, el panista michoacano sobrellevó la presión de Sicilia hasta ganarse con creces la acusación del activista morelense de haber traicionado la palabra empeñada. Calderón había prometido a Sicilia que habría ley de víctimas pero a fin de cuentas sólo usó la escenografía del Castillo de Chapultepec para defender apasionadamente sus tesis guerreras y para aparentar solidaridad con un movimiento de familiares de víctimas que, con el escritor de sombrero y chaleco como figura central, vio apagarse con el sexenio una vela de esperanza que ahora cree reinstalada con el priísmo políticamente besucón que ha arrancado sonrisas, amabilidad y palabras de elogio con el paso adelante dado ayer que, sin embargo, y dejando las definiciones operativas para más adelante, tampoco ha resuelto el aspecto espinoso de los dineros y las plazas federales.

Del dicho al hecho puede pasar un largo año pero, por lo pronto, Peña Nieto ha podido mostrarse cercano a un personaje que previamente había descalificado a todos los candidatos presidenciales y ahora condesciende con quien ha quedado en el poder (un Sicilia, además, aliado al movimiento neozapatista que nuevamente ha ganado reflectores). También ha utilizado la amabilidad siciliana en la mesa principal (aunque abajo, en la sillería, hubiera cartulinas y fotografías de insistencia en la falta de resultados y justicia) para deslindarse de la barbarie calderonista aunque el curso violento del primer mes peñanietista no muestre variaciones.

A las apariencias jubilosas de ayer ha respondido de manera crítica Alejandro Martí, quien durante el calderonismo tuvo un papel principal en las sesiones relacionadas con estos temas: está de acuerdo con una ley de víctimas, pero no con ésta, ha precisado. El propio Sicilia, en su discurso, planteó los escenarios negativos a los que puede enfrentarse la letra oficial celebrada ayer si no cuenta con los recursos adecuados para convertirla en realidad. Por lo pronto, Peña Nieto avanza en otra fase de su política de pactismo que, con promesas reformistas en el papel, está convirtiendo en colaboradores esperanzados a diversos personajes que le habían sido opositores o distantes.

Astillas

A la hora de cerrar esta columna eran 36 los perros aprehendidos por autoridades capitalinas en relación con las muertes de cuando menos cuatro personas. En una especie de chupacabrismo chilango, el tema ha transitado del asombro, y cierta zozobra relacionada con los canes, a la ironía y la duda. Sobre todo si, como ha revelado cuando menos uno de los familiares de los fallecidos, hay indicios que no encajan con la aparatosa tesis de una suerte de banda de perros asesinos.

A tiempo ha salido Martí Batres para anunciar la forma en que Morena buscará financiar los difíciles tiempos de construcción de su nuevo partido, sin fondos ni prerrogativas oficiales disponibles aún. Importante será que haya esmero en la difusión puntual de las cuentas correspondientes, para evitar embrollos como los que luego de los comicios de julio pasado comenzaron a difundir los priístas en relación con los mecanismos de captación de recursos que el lopezobradorismo sostuvo de 2006 a 2012.

Y, mientras el BID pone en la mira al comercio informal mexicano, ¡hasta mañana!




Fuente: La Jornada | Julio Hernández López