domingo, 18 de marzo de 2012

Cultivo de amapola, base del ingreso familiar en la sierra

La actividad ilícita deja unos $5 mil al mes, suficientes para sobrevivir en zonas a las que las policías no acceden

En Guerrero se produce 98% de la adormidera del país
Chilpancingo, Gro. En la sierra de Guerrero el cultivo de amapola y la producción de goma de opio emplea a familias enteras. Aquí no llegan policías, solamente militares que destruyen cultivos ilícitos. En Guerrero se produce 98 por ciento de amapola del país.

En esa zona habitan niños como Ricardo, de 10 años. Se trata de un número desconocido de menores que participan con sus hermanos y padres en el negocio de la goma de opio. Su padre siembra y cuida el cultivo, la madre cocina y él y sus hermanos usan las uñas para cortar los bulbos de amapola y extraer la goma que se convertirá en heroína, una de las drogas ilegales más caras en el mundo. Tan sólo un kilo de esa droga en territorio mexicano antes de cruzar la frontera con Estados Unidos supera 4 millones de pesos.

En la sierra de Guerrero las familias, de entre cuatro y cinco miembros que se encargan de sembrar las amapolas, cuidarlas y explotarlas, obtienen unos 5 mil pesos mensuales, que son pagados por grupos de narcotraficantes locales. Poco dinero para un citadino, pero aquí da para comer un mes, ya que existen personas que utilizan sus camionetas para viajar a Chilpancingo y acercar los víveres a quienes aparentemente se dedican a cultivar mariguana o amapola.

Aquí no existen centros de trabajo y en muchos casos ni siquiera servicios básicos.

“Eso sí, vea usted: sobre el cerro hay una manguera de quién sabe cuántos metros, que trae agua hasta los cultivos y con ella los riegan. Así hacen que sobrevivan los plantíos. Nadie puede decir cómo llegó. Tampoco hay manera de explicar quién colocó los cables o lazos de plástico que se encuentran de un cerro a otro y son utilizados para derribar –si no son detectados– los helicópteros fumigadores.”

Estas historias son contadas por soldados que pasan de 15 a 30 días en la sierra destruyendo diariamente entre 12 y 15 sembradíos en laderas de montañas, a los que llegan luego de caminar horas por brechas, cargando una mochila de más de 30 kilos, con comida, uniformes, armas, casa de campaña, bolsa de dormir, medicinas y utensilios para cocinar.

En Guerrero, de enero a diciembre de 2011, 4 mil 900 soldados adscritos a la 35 Zona Militar con sede en Chilpancingo participaron en la destrucción de cultivos ilícitos, y destruyeron 51 mil 604 plantíos, que en total ocupaban una superficie de 826 mil 342 metros cuadrados.

A decir de los militares que acompañaron a La Jornada durante un recorrido por esa zona, en la sierra “los grandes cárteles no tienen fuerza para controlar el negocio completo, pero existen personas que regionalmente se encargan de pagar por que la tierra produzca; para que se escurran los bulbos de la flor rosa y morada; se regulen los precios de compra de la goma en la región, y la carga pueda salir a otras entidades para su proceso final”.

A la zona no llegan policías. Solamente soldados que tienen que viajar al menos cuatro horas en vehículos terrestres hasta donde termine la brecha que permita el avance de las unidades.

Luego deben andar a pie varias horas por laderas de cerros, entre piedras y tierra suelta, y muchas veces al borde de precipicios en la zona de Chilapa.

Al igual que los soldados, en esas zonas que parecen inaccesibles o alejadas de cualquier centro de población hay campesinos solos o con sus familias que habitan en pequeñas viviendas de madera. En algunos casos, como ocurrió durante el recorrido, un campesino cuidaba su parcela de frijol a menos de 300 metros de los cultivos de amapola, pero nadie puede acusarlo de cultivar enervantes, porque los plantíos cercanos parecen haber sido abandonados a toda prisa.

Los uniformados se encuentran frecuentemente trozos de madera con pedazos de hojas de afeitar que sirven para cortar el bulbo de amapola y el escurrimiento de la goma de opio hacia oxidados envases para jugo.

En los alrededores de este lugar, a una hora de vuelo en helicóptero desde Chilpancingo, los militares dicen que no hay pueblos con escuela. Apenas unas cuantas casas.

Mientras, uno de sus compañeros machaca sobre un comal los frijoles que se servirán a la tropa en la comida, y otro corta bisteces sobre un cartón. Llevan ahí 15 días y esperarán otro tanto para regresar a descansar tres días a sus casas, y 48 horas después posiblemente regresarán a la sierra a destruir de 10 a 14 sembradíos por día. A veces, cuando todavía no terminamos una zona, ellos ya volvieron a sembrar lugares atacados.




Fuente: La Jornada