sábado, 9 de febrero de 2013

La austeridad panista. Fox y Calderón, récord. Nómina burocrática: 142%

La mayoría de los mexicanos cree que en los dos gobiernos panistas lo único que aumentó fue la inseguridad, el número de discursos, el desempleo, la pobreza y las de por sí voluminosas fortunas de los barones Forbes, pero las cifras oficiales de tan resultonas administraciones desmienten tajantemente tal supuesto, pues durante su estadía en Los Pinos, Vicente Fox y Felipe Calderón lograron incrementar la nómina burocrática en la friolera de 142 por ciento, no sin antes firmar, cada uno de ellos, un acuerdo de austeridad que, prometieron, reduciría sustancialmente el gasto público en servicios personales.

En la decena trágica panista la economía creció –por llamarle así– anualmente 2 por ciento, como promedio; el desempleo se triplicó; el número de mexicanos en pobreza superó 50 por ciento de la población; la inseguridad avanzó a galope; las fortunas de los barones Forbes se multiplicaron por seis, y la corrupción superó con creces a la registrada en tiempos del viejo PRI, entre otros grandes logros de los austeros blanquiazules, pero a la hora de conocer cómo aumentó, cuál fue el costo económico de la burocracia en tiempos del cambio y del sexenio que a los mexicanos prometió vivir mejor, la pareja y media (ésta mitad no se sabe si fue Martita o el propio Vicente) impuso récord.

Cuando Ernesto Zedillo dejó Los Pinos para irse a trabajar con las trasnacionales que benefició durante su estadía en la residencia oficial, el costo financiero de la burocracia nacional –especialmente el de la dorada– ascendió a 383 mil millones de pesos; cuando Martita y su caballerango se retiraron a su rancho, ese monto se había incrementado a 610 mil millones, y cuando Felipe Calderón se fue a Harvard, superó los 926 mil millones. Así, en la decena trágica panista el costo financiero por servicios personales (la nómina burocrática) creció 142 por ciento. He allí una muestra contundente de cómo se utiliza el gasto público.

A cambio de esa catarata de recursos, los mexicanos nada recibieron; por el contrario, la burocracia se hizo más espesa; empeoró su atención y sobre todo sus resultados, y no pocos funcionarios panistas de alto nivel se retiraron hinchados de billetes, gracias al erario y a la holgura con la que el inquilino en turno de Los Pinos utilizó el presupuesto. Así, de erogar alrededor de mil 50 millones cada 24 horas para el pago de la nómina burocrática (en tiempos de Zedillo), a los mexicanos les cargaron casi mil 670 millones diarios (con Fox) y de allí a 2 mil 538 millones cotidianamente (con Calderón).

Lo mejor del caso es que ambos personajes en su momento firmaron pomposos y mediáticos decretos de austeridad, mientras en los hechos procedían en estricto sentido contrario. Como semanas atrás se reseñó en este espacio, el 9 de enero de 2004 el entonces inquilino de Los Pinos, Vicente Fox, anunció un agresivo plan de austeridad, que incluía el despido de 50 mil empleados del gobierno federal y el ahorro de 40 mil millones de pesos para este año. Nos hemos comprometido a ahorrar otros 40 mil millones de pesos para llegar a un total de 80 mil millones de pesos en gasto corriente; así, hoy tenemos ya 150 mil plazas menos en el gobierno federal y estamos en este año programando otras 50 mil de reducción y así hemos reducido gasto corriente, rentas telefónicas y todo lo demás que es improductivo para la sociedad.

El resultado concreto fue un aumento cercano a 60 por ciento en el costo financiero de la nómina burocrática, concentrado en mandos medios y superiores. La Auditoría Superior de la Federación ha documentado que el gobierno foxista gastó mucho y gastó muy mal (especialmente en servicios personales), al tiempo que dilapidó los voluminosos excedentes petroleros (más de 700 mil millones de pesos) obtenidos en el sexenio del cambio, dineros que en su mayor parte destinó justamente a lo contrario de lo que en su citado plan de austeridad se comprometió a combatir (gasto corriente y nómina burocrática).

Con Felipe Calderón la situación fue simular. Tres días después de instalarse (3 de diciembre de 2006) en Los Pinos dio a conocer, en otro acto pomposo y mediático, su decreto de austeridad, el cual, entre otras directrices, ordenaba reducir 10 por ciento el salario presidencial, al igual que el de secretarios de Estado, subsecretarios, oficiales mayores y titulares de unidad. Así, presumió, se ahorrarán 25 mil 500 millones de pesos, cantidad que se destinará a programas sociales. El compromiso sólo se respetó el primer año de su estadía en la residencia oficial, porque a partir de 2008, el año del catarrito, la chequera se abrió de par en par para efectos de gasto corriente y, particularmente, servicios personales. Por ejemplo, con este personaje el gasto sólo por prestaciones superó el billón 300 mil millones de pesos.

Con su decreto de austeridad, Vicente Fox aumentó su ingreso (salario más prestaciones) como inquilino de Los Pinos de un millón 404 mil 156 pesos anuales a 2 millones 789 mil 174 pesos. Y Calderón, con su propio decreto, de 2 millones 502 mil 851 pesos anuales a 3 millones 377 mil 199 pesos (todas las cifras son del presupuesto de egresos de la federación). Entre el inicio del primer gobierno panista y el final del segundo, el austero ingreso presidencial se incrementó 140 por ciento.

Pero no a todos les fue tan bien: “en la casa que reparte el dinero, miles de trabajadores piden incremento salarial de urgencia o renivelación de sueldos, luego de 12 años (los panistas) de no recibir ningún beneficio en sus ingresos. El personal de Enlace y los mandos medios de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público exigen a los funcionarios de la administración que está a punto de concluir (la de Calderón)… un ajuste con el fin de paliar en algo nuestra deteriorada economía” (La Jornada, Fabiola Martínez, 4 de noviembre de 2012). Obvio es que Calderón no se tomó la molestia de atender tal exigencia, pero sí el gobierno entrante, por medio de su propio decreto de austeridad: de aumento, nada; por el contrario, 5 por ciento de reducción.

Las rebanadas del pastel

El lerdo Departamento estadunidense de Justicia sólo tardó cuatro años y pico en acusar a la calificadora Standard&Poor’s por su presunta responsabilidad en el estallido de la crisis financiera mundial, la cual habría provocado, o cuando menos estimulado, por medio de la burbuja especulativa que terminó por mandar al caño la de por sí precaria estabilidad económica del planeta. Así de rápido, o más.




Fuente: La Jornada |Carlos Fernández-Vega