domingo, 24 de abril de 2011

A la mitad del foro

Botín y despojos

No estoy seguro de que los medios de comunicación hayan transmitido el momento en que centuriones romanos tiraban los dados para decidir quién se quedaba con las ropas del Nazareno, a quien habían coronado de espinas y en cuya cruz habían inscrito INRI: Jesús Nazareno Rey de los Judíos. No era cosa de dar al César lo del César. Los pretorianos de Iztapalapa se agarraron a palos con vecinos que vestían togas y cascos romanos. Saldo blanco en medio del país ensangrentado, y las fosas de las que surgen cientos de cadáveres sin esperar la resurrección de los muertos.

Versión contemporánea del rito al pie del cerro de la Estrella, donde los aztecas encendían el fuego nuevo. Anticipo de la peregrinación de Felipe de Jesús Calderón a Roma, donde participará en un acto religioso en su carácter de Presidente, jefe del Estado laico, en flagrante violación a la norma constitucional. En el Vaticano estarán cámaras y micrófonos de la televisión y la radio. Cuando recibió a Juan Pablo II en visita de Estado, Vicente Fox se hincó y besó el anillo del obispo de Roma. Dar a Dios lo que es del César, aunque los voceros anticipen que se trata de un acto congruente con los deberes del jefe del Estado laico. Este viernes no vimos rodar los dados y la suerte estaba echada.

Por decreto de Marcelo Ebrard se vendió a una empresa privada la calle de Enrique Rébsamen. Una calle, espacio público por excelencia, “bien de uso común” por definición de autoridades que decidieron enajenar “a título oneroso” el tramo de esa calle entre Pilares y Miguel Laurent, por estar en “desuso”. El del Vaticano es religioso y militante de la derecha, el del DF dice ser de izquierda. Por lo visto los puede unir mucho más que la obsesión de eliminar al PRI del sistema plural de partidos o impedir que persistan cacicazgos centenarios y pueda volver al poder el autoritarismo ido con la alternancia democrática que sacó al PRI de Los Pinos. En El espíritu de las leyes, Montesquieu dice: “Cuando el tesoro público se convierte en patrimonio de particulares, la República es un botín y su fuerza no es más que el poder de algunos ciudadanos y el libertinaje de todos”.

Trátese de contratos en Pemex o de tramos de una calle en “desuso”, los de la transición coinciden alegremente en que el tesoro público devenga patrimonio de particulares. Y no son excepción los de la orfandad priísta, dispersos pero en vías de recuperar el poder constituido gracias al obsequio de la alternancia que no supo ser cambio de régimen. Acabó con el centralismo omnímodo y distribuyó poder real a las entidades de la Unión, rediseñó el federalismo que en el siglo XIX fue obstáculo al Ejecutivo y en el XX hizo efectivos los cacicazgos hasta que el magnicidio de la Bombilla obligó a pasar de la era de los caudillos a la de instituciones. Centralismo para sobrevivir y crear el Estado mexicano moderno. Pero conviven progresistas y retrógradas, revolucionarios y neoliberales en el PRI.

La República es botín y su fuerza es el poder de unos cuantos, porque el tesoro público ha devenido patrimonio de particulares. Y ahí nada distingue a los partidos de la pluralidad, salvo la angustia de los que ven la demolición de instituciones y el envilecimiento de la vida pública, concientes de que el poder en manos de unos cuantos se aferra al dogma del mercado financiero libre de toda regulación y México se desvanece en la escena mundial. Milagro de una economía sólida, blindada, con reservas multimillonarias, pero que no genera empleos y en la que nada crece, salvo el número de pobres y el de muertos, 30 mil, 40 mil, quién sabe cuantos más. No hay registro de defunciones, necropsias, nombres y edades, procesos judiciales, inscripciones en el Registro Civil.
Vivimos en estado de excepción ficticio y el Ejecutivo presenta una iniciativa de ley que le daría facultades expresas para declarar unilateralmente, individualmente, el estado de excepción. El mando civil de las fuerzas armadas es uno de los mayores y mejores logros de nuestro proceso histórico. El titular del Poder Ejecutivo de la Unión es el jefe indiscutido, incontestado, de las fuerzas armadas. Eso no está a discusión. Pero para declarar la suspensión de garantías individuales, para declarar el estado de excepción, el Presidente de la República tiene que solicitar autorización al Congreso de la Unión. Eso dicta la norma constitucional. Y en este caso no caben interpretaciones casuísticas, sean maquiavélicas, jesuíticas o fruto de la ambición de poder para hacerse de él o conservarlo. Tanto monta, monta tanto...

Hay mucho trabajo legislativo pendiente, incluyendo el de las anheladas reformas estructurales invocadas por quienes asumieron el poder y adoptaron los usos y abusos del cesarismo sexenal. Lamentan ahora la ausencia de una mayoría que les permita hacer y deshacer a su gusto, se quejan de la división de poderes y aplican al poder de los gobernadores la amarga receta del centralismo autoritario: el poder de la bolsa, dar o negar recursos, someterlos al tormento de Tántalo, sean del PRI, del PRD, aliados, cómplices o compañeros de partido. Todo cambió, pero los hoy poderosos gobernadores llegan, como los de ayer, sombrero en mano, a solicitar dinero, participaciones o inversiones directas, aunque ahora puedan sumar a la fuerza propia o de su partido la de la Conago. Arde Coahuila y en Gobernación guardan celosamente los fondos para emergencias; las aguas negras se desbordan cada año, y en la Conagua culpan a la incultura de los habitantes víctimas de la incuria gubernamental.

Felipe de Jesús va al Vaticano. Se acabó el carnaval. Ya no hay tiempo de culpar a los diputados ni de negociar con los senadores. Domingo de Pascua de 2011, y ya empezó la campaña de la sucesión presidencial. Calderón encandiló a los suyos, y López Obrador declaró que en los comicios del estado de México se decidiría el resultado de la elección presidencial de 2012. Enrique Peña Nieto les agradece el favor. Santiago Creel se aferra a las entrañas de las aves, Josefina Vázquez Mota hace política a tono con los predicadores de la autoestima, Javier Lozano apuesta a la mano dura y al discurso amenazante, y Alonso Lujambio se proclama candidato del PAN y reta a debatir a Enrique Peña Nieto. Esto es, también declara a Peña Nieto candidato a la Presidencia de la República. Manlio Fabio Beltrones sonríe y recuerda al filósofo de Güemes: “Si el perro que va adelante no alcanza la liebre, los de atrás menos”.

Y faltan las elecciones de gobernador en Coahuila, Nayarit y Michoacán. Por lo visto, los panistas que saltan al ruedo a debatir con Humberto Moreira, presidente del CEN del PRI, ya dan por perdida la elección de Coahuila. Según los encuestadores, 73 por ciento de electores votarán por Rubén Moreira Valdés, candidato del PRI, del PVEM, del Panal y de dos partidos locales; 14.3 por ciento por Guillermo Anaya, del PAN, y 1.5 por ciento por Jesús González Schmal, del PRD y aliados reconciliados. Nayarit es reflejo del cambio y recambio de partidos. Dicen que perdió el candidato del gobernador y el PRI va a hacer ganar a Ney González.

Más vale esperar el retorno del Vaticano para hablar de Michoacán. A ver si las bendiciones papales incluyen a toda la familia, o si el agua bendita lava las tentaciones de encarnar la soberanía. Según la definición de soberanía del jurista alemán Carl Schmitt, “es soberano aquel que decide el estado de excepción”. Vade retro.


León García Soler